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Mientras que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, envía un mensaje a los gobernadores de ese país para que incrementen la mano dura en contra de los manifestantes que rechazan la brutalidad policial, el gobernador del estado de Nueva York, Andrew Cuomo, cuestionó ciertas actuaciones de la policía de la Gran Manzana (NYPD, por su sigla en inglés) y opinó que los videos de la violencia policial “son perturbadores” y “exacerban la ira” de la opinión pública y de los manifestantes.
Debemos recordar que las protestas comenzaron la semana pasada, como consecuencia de la muerte del afroamericano George Floyd a manos de un policía blanco en Minnesota. Se ha dado una escalada violenta, con saqueos a comercios, que ha sido enfrentada con creciente represión, al punto de que un video muestra cómo un vehículo de la Policía embiste a los manifestantes sin consideración alguna, otros agentes esparcen gas pimienta y otro más, por lo menos, golpea a una mujer sin motivo aparente.
Esta situación de tensiones y nuevos odios raciales se suma a la emergencia que en las últimas semanas ha padecido Nueva York y los Estados Unidos por cuenta del avance de la pandemia de covid-19. Las protestas y la represión que se han vivido, no solo allí sino en varios lugares de ese país, podría llevar a que el problema de salud pública se agrave, cuando se prevé que el 8 de junio comience la reapertura.
Es, sin duda, reprochable que se proteste haciendo uso de la violencia, algo que en ningún momento puede justificarse, pero tampoco puede admitirse el abuso policial, el racismo y la discriminación. Así como tampoco puede aceptarse que haya oportunistas que se dedican al saqueo y al vandalismo, el rechazo debe ser total para quienes teniendo el deber de proteger derechos terminan pisoteándolos con su represión, al mejor estilo de las peores dictaduras.
El llamado es a la sensatez de las partes. Que los manifestantes sigan expresando sus desacuerdos sin acudir a actos violentos, que su justo reclamo se escuche sin ir más allá de las movilizaciones legales, y que desde la Casa Blanca no se dé carta abierta a los organismos de seguridad para que actúen en forma desmedida, frente a quienes protestan contra la discriminación de una minoría que se creía superada desde hace tiempo. Es lamentable que esto ocurra en el país que se ha vendido como el epicentro de la democracia moderna.

También resulta inadecuado que desde el gobierno de Trump se usen expresiones como “campo de batalla”, como si quienes están en las calles no fueran ciudadanos, sino enemigos en medio de una confrontación bélica. Su llamado a “barrer” a quienes protestan no está acorde con lo que debe ser el gobernante de un país civilizado. El hecho de enviar a las calles a la Guardia Nacional es, desde luego, desmedido, y podría terminar en algo peor a lo que está pasando. En ningún caso, ni desde la izquierda ni desde la derecha, es admisible que un gobernante se encarnice en contra de su pueblo.