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Cuando se inició la elección popular de alcaldes en Colombia, en 1987, los periodos de mandato eran por dos años, que parecían mucho tiempo, cuando los nombrados directamente por gobernadores y presidente podían durar apenas unos meses. Sin embargo, con el paso de los años, se vio la necesidad de ir ampliándolos, de ajustarlos de forma institucional, porque hubo un momento en que se entendió que los periodos eran nominales y cuando menos se pensó pasaban del 10% las localidades en donde se convocaban elecciones extraordinarias, lo que hacía casi imposible para la Registraduría poder cumplir con todas las localidades donde se debía elegir un nuevo alcalde porque el anterior no terminó su periodo.
Han pasado 35 años desde que se inició este modelo con el que aplicaba el país la llamada descentralización administrativa, que luego llegó a la Constitución Política con la fuerza para que el municipio colombiano fuera más independiente y un potenciador del desarrollo, tanto que los departamentos quedaron en un estado incómodo, pues para brindarles responsabilidades a las localidades se debió golpear algunas funciones de los entes seccionales. Los periodos de cuatro años para alcaldes y gobernadores buscaban brindar un derecho a los mandatarios casi que de igualdad, para que tuvieran las mismas oportunidades de un presidente de ejecutar sus programas de Gobierno, generalmente ambiciosos, que se quedaban a medias en muchos casos. Sin embargo, aún hay mandatarios que no han entendido la importancia de este lapso de tiempo que puede ser largo, si se sabe aprovechar, o corto, si se desperdicia.
Seguro para algunos, estar a menos de 18 meses de terminar el mandato de Gobierno es motivo de satisfacción y van intentando cumplir con los temas clave que les faltan, pues es época de plena ejecución y consolidación de sus ideas, pero otros pueden estar viendo este término como una espada de Damocles que se cierne sobre ellos, pues se les va pasando sin concretar lo prometido. A otros se les embolató el rumbo con la pandemia y nunca pudieron salir del estancamiento obligado por esta, por la emergencia sanitaria que obligó a dar prioridad a la atención de la covid-19

El voto programático en Colombia tiene su razón de ser y nos diferencia de muchas naciones, pero hay quienes creen que presentar programas de Gobierno es apenas un requisito y no lo entienden como el pacto que firma un candidato con sus electores, de la forma como va a gobernar, de las políticas que desarrollará y de las obras que ejecutará. Cuando se cumple con este cometido, esas ideas llegan al Plan de Desarrollo, este sí de obligatorio cumplimiento, aunque sigue habiendo mandatarios que hacen aprobar el documento del Concejo o la Asamblea, para desentenderse de él. Es hora de revisar esos planes y ver cómo van los mandatarios para poder salir diciendo que cumplieron.