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esde que se hace seguimiento científico a los huracanes en el Caribe nunca el archipiélago colombiano de San Andrés y Providencia habían tenido que sufrir el embate de uno de categoría 5, con vientos por encima de los 250 kilómetros por hora. Eso explica la destrucción que se ha reportado del 99% de la infraestructura de la isla de Providencia, que enfrentó de lleno la fuerza del Iota, este fenómeno de la naturaleza que ya se convirtió en tormenta tropical en terrenos de Centroamérica.
 Dos personas muertas y tres desaparecidas parece un balance favorable en medio de la gravedad de la situación. Ya hace 15 días el huracán Eta, que pasó más al norte, había llevado fuertes vientos y tormentas al archipiélago; y lo más complicado es que la temporada de huracanes todavía no termina.
 En San Andrés, gracias a que está un poco más al sur, la destrucción no fue tan grave como en Providencia, pero de todos modos los daños son de grandes proporciones. Hay quienes anotan que la falta de previsión tiene responsabilidades en lo ocurrido, pero lo cierto es que era impensable que un huracán de categoría 5 pudiera cruzar el archipiélago, y ni siquiera países como los Estados Unidos, que cada año afrontan este tipo de situaciones, logran superar sin víctimas y damnificados eventos climáticos como este.
 Lo que se necesita ahora es una labor eficiente de reconstrucción y despertar el espíritu de solidaridad de todos los colombianos. Está bien que el presidente Iván Duque y buena parte del gabinete ministerial estén desde ayer en San Andrés observando de manera directa lo ocurrido y trabajando de la mano de las autoridades locales para solucionar lo más pronto posible las necesidades más urgentes de las personas que perdieron sus techos y sus pertenencias, muchas de los cuales están heridas en centros asistenciales.
 La ayuda humanitaria oficial de coyuntura es importante, como está previsto, pero es fundamental que se tracen programas de mayor envergadura que ayuden a una rápida recuperación, y que se piense en nuevos sistemas de construcción que resulten más eficientes ante posibles emergencias futuras. Está claro que el Cambio Climático viene acompañado por este tipo de comportamiento de la naturaleza y que eso plantea desafíos más profundos para los que debemos prepararnos. También la solidaridad que podamos tener todos los colombianos con los cientos de damnificados en las islas es fundamental para que esta coyuntura pueda superarse de manera satisfactoria.
 
Es triste ver cómo un lugar tan atractivo para el turismo, que es orgullo de los colombianos por su belleza, siente de manera tan grave el rigor de un huracán inusitado. Más cuando, debido a la pandemia de covid-19, el archipiélago traía ya acumuladas diversas problemáticas por la restricción a las actividades turísticas de las que depende en mayor medida su economía. Es el momento de dar la mano con firmeza a los habitantes del archipiélago y ayudar a que salgan adelante lo más pronto posible.