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El reciente informe del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (Pnud) acerca del desarrollo humano en el mundo reconoce avances durante los años recientes, pero también advierte que está pendiente la tarea de lograr una mayor equidad. La presentación del documento "Más allá del ingreso, más allá de los promedios, más allá del presente: Desigualdades del desarrollo humano en el Siglo XXI" coincide con la aparición de protestas sociales en distintos puntos del orbe, lo cual invita a los gobernantes a que piensen en soluciones creativas que aceleren el cierre de brechas que tienen agitados a amplios sectores de la sociedad.

Es verdad que hemos avanzado en la lucha contra la pobreza, la erradicación del hambre y el control de numerosas enfermedades, lo cual también se refleja en una mayor esperanza de vida (en el caso de Colombia pasamos de 74,2 a 77,1 años en tres lustros). Sin embargo, las desigualdades persisten y en muchos casos se han ampliado. Además, si en el siglo XX se aspiraba a erradicar las privaciones extremas, basadas en las necesidades básicas insatisfechas, hoy las sociedades aspiran a que la igualdad se base en los parámetros de nivelación más alta, alrededor de atenciones de calidad en salud, educación y acceso a las tecnologías, por ejemplo, algo que en la mayoría de los casos está aún lejos de resolverse.

En todo el mundo, pero con mayor urgencia en los países en desarrollo, las personas aspiran a llegar más rápido a esa nivelación, pero no encuentran claro el camino a esa meta. De hecho, el informe señala que las brechas en el acceso al conocimiento y a la tecnología se profundizan cada día: en los países con más alto desarrollo humano las personas con estudios superiores crecen a un ritmo seis veces más alto que en los países que están en la parte baja de la escala. Eso contribuye al ensanche de las divergencias que se han querido cerrar desde el siglo pasado. Esta es una realidad que se observa sobre todo en América Latina y África.

Hay que decir que Colombia, bajo esa realidad, ha avanzado, y hoy hace parte de los países con índice de desarrollo humano alto (0,747 en una escala de 0 a 1). Mientras que el año pasado (con datos del 2017) estábamos en el puesto 94, hoy ocupamos la casilla 79 (con base en datos del 2018) en un escalafón de 189 países que es encabezado por Noruega. En promedio estamos mejor, pero si se toma el factor equidad es poco el cambio. Es cierto que el país redujo a la mitad su pobreza monetaria, la cual pasó de 49% en 2002 a 27% en 2018, pero algunos indicadores nos deben llevar a reaccionar rápidamente: el promedio de estudiantes por cada maestro en primaria sigue alto, la tasa de mortalidad materna se mantiene en alza, las camas de hospital por cada 10 mil habitantes son pocas y el embarazo adolescente se ubica en niveles elevados, entre otros.

Se requiere la creación y puesta en marcha de políticas públicas que se enfoquen en reducir rápidamente las disparidades. Son debilidades estructurales que requieren remedios del mismo calibre, si se pretende evitar la inestabilidad que se está viviendo hoy. Los problemas causados por la crisis climática también tienen impacto en esto.

En nuestra región, de manera específica, gozamos de un mejor índice de desarrollo humano que en el resto del país, incluso desde el 2002, cuando Manizales estaba en 0,78 y Caldas en 0,70, de acuerdo con el Informe regional de desarrollo humano 2004. Eso coincide con que Manizales lidera hoy el Índice de Progreso Social (IPS) entre las ciudades Cómo Vamos. No obstante, igual que en el resto del país, la inequidad sigue siendo un lastre sin resolver, frente al cual se necesitan medidas de mayor impacto.