En el editorial de la semana pasada manifestamos nuestro rechazo a la actitud irresponsable del exlíder de las Farc Seuxis Paucias Hernández, alias Jesús Santrich, quien debe ser capturado lo más pronto posible y entregado a la justicia colombiana. Luego habrá que analizar si se le extradita a los Estados Unidos, o si paga primero en Colombia por sus delitos. El haber abandonado su esquema de seguridad para irse a un paraje desconocido y su burla a la Corte Suprema de Justicia, que lo había citado el martes a una indagatoria en un proceso por narcotráfico, son actitudes que deben conducir a darles una lección a quienes desconozcan el acuerdo del Estado colombiano con las Farc, que llevó a la desmovilización y desarme de esa organización subversiva.
Acompañamos la contundente determinación de la Corte de no solo ordenar la captura, sino de pedirle a la Interpol una circular roja que facilite su detención en cualquier lugar del mundo. La huida de Santrich no solo le da la espalda a un proceso en el que se le dieron garantías suficientes para que diciendo la verdad, reparando a las víctimas y comprometiéndose a no delinquir nuevamente, gozaría de derechos políticos como el de ser congresista. De hecho, pudo posesionarse hace un mes como representante a la Cámara. Lo hecho por Santrich es una traición aleve a sus compañeros que siguen firmes en sus compromisos y que ahora son vilipendiados por sectores radicales, cuando vienen demostrando que sí quieren la paz.
De manera casi simultánea, ayer el Consejo de Estado dejó en firme su fallo del 14 de junio que decretó la pérdida de investidura del también exlíder de las Farc Luciano Marín Arango, alias Iván Márquez, quien no solo abandonó el proceso tempranamente, sino que no se posesionó como senador de la República, como estaba previsto. Además, igual que alias el Paisa y Romaña, no ha cumplido las citaciones que la Justicia Especial para la Paz (JEP) le ha hecho, por lo que pronto debe dictarse la pérdida de todo beneficio que el acuerdo de La Habana le haya otorgado. Pronto deben surgir de la Fiscalía órdenes de captura para estos señores que prefirieron mantenerse en el camino del crimen.
Así las cosas, estamos ante cuatro exjefes de la extinta guerrilla que le dieron la espalda a una organización que actualmente en la política viene cumpliendo lo prometido. Hay que resaltar la actitud de Rodrigo Londoño y demás miembros de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, que dan ejemplo a los desmovilizados de los Espacios territoriales de capacitación y reincorporación para que no vuelvan a las armas. Es mucho lo que el país ha ganado al haberlos desarmado, y no puede permitirse que echemos reversa en algo tan significativo. Por el contrario, es el momento de que, como sociedad, refrendemos nuestra voluntad general de paz, sin alimentar más las polarizaciones.
No deben ponérsele más talanqueras a la JEP, sino apoyarla, para desarrolle su trabajo y logre que las víctimas encuentren las respuestas que buscan. Debe entenderse que si esa jurisdicción pidió dejar libre a Santrich en su momento fue por no tener todas las pruebas que pidió para dictaminar lo contrario, pruebas que aparecieron luego y que, sin duda, conducirían a su captura cuando compareciera ante la Corte. Hoy puede decirse que Santrich se le voló a la justicia. Hay que comprender que este es solo un asunto de coyuntura que no puede tener la capacidad de acabar con un proceso que ha demostrado ser positivo para Colombia, con un éxito incluso por encima de otros procesos de paz en el mundo que también han logrado desactivar conflictos y lograr que esas sociedades avancen positivamente.
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