La construcción de la “Autopista” Manizales-Pereira-Armenia, así entre comillas, es el suceso económico más importante de esta región desde cuando el Viejo Caldas se partió en tres departamentos a finales de los años sesenta. Las bondades de la doble calzada parcial (aún falta un trayecto importante Chinchiná y Tarapacá y a la salida de Dosquebradas hacia Santa Rosa), son notorias, entre otras, para poder acceder al Aeropuerto Matecaña, el único de operación nocturna e internacional cercano (60 kilómetros) para quienes vivimos en Manizales. El modelo de concesión fue pionero y por eso también tuvo algunas fallas, especialmente conseguir unos constructores que, en su momento, 1997, se ganaron el contrato con la cédula; es decir, sin poner de su propia plata. Todo fue dinero del Estado que ellos fueron ejecutando. Es más, la obra finalmente despegó porque el municipio de Manizales, por acertada determinación del alcalde Germán Cardona Gutiérrez, respaldó el asunto con unos bonos de Infimanizales.
La concesión está a punto de terminar o de prolongarse por 30 años más, como ya han manifestado su interés los propietarios ante la ANI. Es momento de volver a barajar para lograr un mayor beneficio social y económico. ¿Qué necesitamos y queremos en Caldas y en el Eje al respecto? Creo que lo primero es por lo menos garantizar que exista una nueva concesión que haga el mantenimiento de la vía, lo cuál es indispensable. Pero sería una mínima aspiración. Una segunda opción, ideal, sería que el fin de la Autopista fuera en Mariquita. Es decir, que se creara una concesión desde Mariquita hasta Armenia (Cerro Bravo mediante). Así, se podría mejorar nuestra conexión con Bogotá. Esta opción la exploramos con empresarios chinos mientras fui gobernador de Caldas encargado. El proyecto iba muy bien, hasta que un tribunal de arbitramento amplió por 7 años la actual concesión.
Una tercera opción, que propongo como la más necesaria, es volver la renegociación del contrato como oportunidad para el desarrollo urbano del Área Metropolitana de Manizales. Nuestra hermosa ciudad clama a gritos hacer una expansión urbana ordenada hasta Chinchiná y el Kilómetro 41. Por esto, invito a los caldenses y en especial a los nuevos gobernador y alcalde de Manizales (este último “metropolitano”) y al COIC -Centro de Observación para la Infraestructura de Caldas (¡qué bien que exista!)- a pedir que la ANI, para el nuevo periodo de concesión, tome las siguientes decisiones:
1. Elimine los peajes Pavas (sector Club Campestre) y San Bernardo para poder tener una mejor posibilidad de integración y desarrollo urbano en el sector de El Rosario-Campestre-La Manuela-Chinchiná. Si se mantuvieran los peajes de Pavas y de San Bernardo deberían tener un precio muy moderado y unas grandes obras que los justifiquen. Si no es así, ¿para qué? Mantener el peaje de Pavas equivale a construir un peaje entre Pereira y Santa Rosa. ¿Qué “fórmula financiera” legítima justificaría mantener 3 peajes que sitian el sector de mayor potencial urbanístico de Manizales, Chinchiná y Palestina? No creo que exista.
2. Exija que las obras anunciadas por el concesionario para el nuevo período se desarrollen al principio de este, es decir, que se entreguen a satisfacción en los primeros 2 o 3 años del cobro del peaje y no al final; que opere como una concesión 4G y no como el modelo original.
3. Las nuevas obras que justifican los peajes por 30 años incluyan la doble calzada en el circuito La Trinidad-La Manuela-Club Campestre y la rectificación de varias curvas existentes entre San Peregrino y La Estampilla, para hacer valer el nombre de Autopista.
Esta renegociación y en especial la audiencia pública del martes 12 de diciembre son oportunidad de oro para que los caldenses jalonemos nuestro departamento. Debemos aprender a “pedir sin pena”, a dejar atrás esa inveterada timidez.