Hace unos días alguien avivó el debate sobre la desigualdad, afirmando que esta no mata. Ciertamente, cabría preguntarse, como lo hizo Amartya Sen hace más de cuarenta años: ¿igualdad de qué? El economista indio cuestionó diferentes criterios o guías informativas de la justicia distributiva. Primero, descartó la utilidad entendida como felicidad hedonista o satisfacción del deseo como criterio apropiado. Luego, señaló la insuficiencia de un criterio de igualdad basado en un conjunto de bienes. Su propuesta es la de las capacidades. Sin embargo, algunos tecnócratas suelen malinterpretar las capacidades como un enfoque que, centrado exclusivamente en la pobreza, no le presta atención a la desigualdad en el ingreso.
Ser feliz es un logro valioso, pero no el único que una persona tendría razones para valorar en la vida. Robert Nozick ilustra esto con el ejemplo de la “máquina de las experiencias”, un aparato diseñado por neuropsicólogos fabulosos capaz de estimular el cerebro de tal modo que podríamos sentir como si escribiéramos un libro, hiciéramos amigos o escaláramos una gran montaña cuando en realidad flotamos en un tanque conectados a unos electrodos. Algo parecido a lo que vimos en cine con Matrix. La pregunta que hace el filósofo estadounidense es: ¿Estaría usted dispuesto a pasar la vida conectado a la máquina de las experiencias para sentir la felicidad de hacer cosas que en realidad nunca hizo? Tal vez no. Seguramente hay otras cosas que importan además de una experiencia imaginada. Verbigracia, amar a alguien realmente importa más que el éxtasis del amor. La satisfacción del deseo no es lo único que hay que tener en cuenta como criterio para la justicia distributiva. Además, como explica Sen, las personas ajustan sus deseos a sus privaciones de modo que, como en la fábula de la zorra y las uvas, dejan de desear lo que encuentran inalcanzable y se vuelven conformistas. “Los deseos – reitera Sen- tienen un fuerte compromiso con la realidad y esta, es más dura para unos que para otros”.
Sen no cree entonces que la respuesta apropiada a la pregunta sobre la igualdad se encuentre en lo que sienten las personas. Tampoco, solo en lo que tienen. Para él, proponer un conjunto de bienes como criterio de justicia ignora el hecho de que las personas tienen capacidades muy diferentes para convertir los mismos bienes en logros. De ahí que su propuesta sea el “enfoque de las capacidades”. Sin embargo, lo que algunos tecnócratas y opinadores superficiales ignoran es que la crítica de Sen al criterio de los bienes (incluyendo ingreso y riqueza) no apunta a descartar la importancia de esos medios sino a rechazar que estos sean considerados como fines. En otras palabras, los medios son condición necesaria pero no suficiente. Así las cosas, una fuerte desigualdad en los ingresos es un obstáculo para la expansión de las capacidades. En palabras de Sen: “La renta es un importante medio para tener capacidades”.
Que la respuesta de Sen a la pregunta “¿igualdad de qué?” no sea el ingreso, no significa que una amplia desigualdad en los ingresos no sea un problema. Los anti-igualitaristas dirán que la igualdad reduce el tamaño del pastel. Ningún igualitarista serio defiende una repartición estricta de “partes iguales”. Lo que sí afirma son dos cosas: que la eficiencia no necesita tanta desigualdad como la que hay en Colombia y dos, que tanta desigualdad no es sólo fuente adicional de ineficiencia (además de una amenaza para la igualdad política y la igualdad ante la ley), sino que también mata. Solo un ejemplo: la guerra se ha hecho con los hijos de los pobres.