Cada partido de Once Caldas es igual, se regala un tiempo, la intensidad le dura poco cuando reacciona, y al final no alcanza para obtener dividendos en esa lucha por evitar el descenso, única alternativa posible porque la clasificación a semifinales es una quimera.

Después del clásico con Pereira, que se suponía era la bisagra para recomponer la campaña, el desplome ha sido total. En las últimas fechas, frente a rivales directos, empates seguidos con Envigado, Unión y Equidad, y derrota 2-1 en campo de Alianza Petrolera.

Tres puntos de 12, en cuatro jornadas en las que se vio favorecido por los resultados en otras plazas, dándose inclusive el caso de que, ganando, se acomodaba en la parte alta de la tabla. Desdibujada absoluta, tanto en cancha, como en el banco, donde se perdieron los papeles.

Todo apunta a que salvará la categoría, no por méritos propios, sino porque hay clubes como Envigado y Jaguares que no dan pie con bola, y Huila y Unión Magdalena, grandes candidatos a volver a la B pese al repunte, tardío porque ya estaban colgados.

El problema de Once Caldas ahora es que no suma, ni juega bien, es mediocre. Sarmiento ya no inspira confianza, se ve derrotado, o es cómplice del proyecto fallido desde la presidencia, y las respuestas individuales son tan escasas como la escogencia del once inicial.

Sin variantes tácticas, repitiéndose en un módulo sin las piezas que lo enriquezcan, y parado sobre nombres que no funcionan, hay resignación, agarrado hasta con su compadre Herrera, y una base con mayores cerca del retiro, y jóvenes mal fundamentados.

Ninguno, me atrevería a decir, de los titulares hoy en Once Caldas jugaría en un plantel serio, con ambiciones, en la Liga Betplay, o quizá Chaux, porque el resto reprueba. Muy difícil sin laterales confiables, ni extremos, ni volantes de marca, y con una suplencia imberbe.
Papelón en números: 35% producto de apenas 6 victorias en 27 partidos, 10 empates y 11 derrotas. Muchos piden la renuncia del técnico, quien rechaza esa opción, y la verdad, no representaría ninguna solución frente a lo que se tiene, y si el mandato es descender.

Flojo Cuesta, Cardona inferior en técnica a su tesón y lucha, los centrales dividen aciertos y errores, los mediocampistas de primera línea no quitan un balón, Arce decepciona, Alejando no asume liderazgo, mal Miranda y Lemos, y Dayro clave, solo cuando anota.

Luego ingresan Yeiler, Mejía, Morán, y otros "pelaos" con infames deficiencias de formación, no saben centrar, resuelven tirando la pelota a las nubes en zonas de remate, y más allá de que animen, son intrascendentes en la adversidad.

Una nómina menesterosa, con actuaciones para el olvido, sin jerarquía, y requiriendo 25 puntos para la permanencia, y para entrar medianamente tranquilos la próxima temporada, es decir, de 18 por disputar hacer 9.

La actitud también preocupa, aunque se puede confundir con incapacidad, tanto, que no creo se le estén rebelando al entrenador, es cuestión de talento, responsabilidad de la presidencia que contrató, y cuya pasividad en el armado fue sospechosa.

Un interés por descender a Once Caldas no es descartable, el negocio, según el perfil establecido es abaratar costos, la economía del ahorro como política es evidente, y el modelo planea generar utilidades en la búsqueda de jugadores, no en los triunfos.

La opción de meterse dentro de los ocho se agota, no hay con qué, y cada vez apunta más a la novena eliminación semestral consecutiva, completando cinco años de frustraciones, desengaños y amarguras, todos, bajo una pusilánime administración del proyecto deportivo.

Hasta la próxima...