Estamos en un momento crítico como humanidad: cada día aumenta el número de muertos por la guerra; cerca de 70.000 soldados ucranianos y 120.000 soldados rusos muertos en la invasión de Rusia a Ucrania; alrededor de 70.000 muertos en la franja de Gaza, incluyendo mujeres, niños y ancianos. Una cifra aproximada de 280 millones de migrantes en todo el mundo; más de 700 millones de personas viviendo en situación de pobreza extrema. Por mencionar algunas de las situaciones bastante trágicas que estamos viviendo y que dejan una huella de dolor para la humanidad.
Este es el contexto para la Semana Santa 2024. Ad portas de lo que se denomina el Triduo Pascual, período en el que la liturgia cristiana conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazareth. Es triste que muchas veces se da más importancia a la pasión y muerte que a la resurrección; si bien el sacrificio de Cristo resume la esencia del cristianismo, el énfasis no debería estar en lo negativo. Es verdad que hubo un trayecto de dolor en el camino de la cruz de Jesús; sin embargo, el sentido profundo de este sacrificio va más allá del sufrimiento.
A Jesús no lo tomaron preso a la fuerza, se entregó libremente desde el amor generoso y sin límites que tiene Dios por nosotros. Deberíamos poner el foco, como dice el escritor y sacerdote español Pablo D’Ors, en la intención de ese amor que se entrega generosamente para darnos la vida; entendiendo que no solo se trata de la resurrección de Cristo, también se trata de la nuestra, esto es que nos sintamos vivos. Dejar de vivir en ‘automático’, cumpliendo un horario, haciendo tareas a veces rutinarias, desconectados de quiénes somos y de quiénes nos rodean para estar más conscientes y despiertos.
Podemos vivir este período de Semana Santa como un tiempo para ‘desconectarnos’ y tomar vacaciones o podemos vivirlo desde la rutina y el cumplimiento de unos ritos que tal vez no entendemos muy bien y que, en algunos casos, pueden generar cierta incomodidad por no tener una mejor comprensión de lo que realmente se trata la salvación. Si pudiéramos ver en Jesús de Nazareth el amor que acoge y sana a los que lo necesitan, que devuelve la dignidad a los que no la tienen, que perdona inclusive a quienes lo crucificaron, que se entrega libremente por un propósito mayor, tal vez comprenderíamos que esto que sucedió hace más de 2.000 años, y que los cristianos celebramos cada año, es una invitación para que tomemos consciencia de quiénes somos y para qué estamos aquí.
Dice Pablo D’ors que la Semana Santa es un tiempo para elevar nuestro nivel de consciencia que nos permita liberarnos de las creencias que nos limitan y se convierten en una de las principales causas de sufrimiento, nos aferramos a ellas y nos impiden sanar. No es que las creencias sean malas, pero cuando las absolutizamos se convierten en obstáculos para avanzar. Necesitamos trascender las creencias que vienen de fuera para encontrarnos con nuestra esencia y liberarnos; esto, según el escritor y sacerdote español, pasa por: 1. purificar la intención buscando, no la autoglorificación, sino el bien de los demás; 2. dejar de pelear y ser violentos con nosotros mismos; 3. mirar amorosamente nuestras zonas oscuras para sanarlas.
La Semana Santa es un tiempo para morir al viejo hombre, a la vieja mujer. No solo es que Cristo resucitó, cada uno de nosotros está llamado a resucitar, a abrir su corazón y su interior a una vida más plena, en la que no solo importa nuestro propio bienestar, sino el de todos. Resucitar es despertar, darnos cuenta, sentirnos vivos; no se trata de ir a una ceremonia porque ‘me toca’ o ‘por costumbre’, es una invitación para soltar el lastre que venimos arrastrando.
Podemos vivir como víctimas o mirar amorosamente nuestras heridas para mejorar la relación con nosotros y con los otros. ¿Cómo quiere vivir estos días? ¿Qué pasa si saca un tiempo para revisar cómo está viviendo su vida? ¿Qué es eso que le causa sufrimiento y le cuesta soltar? Tal vez quiera entrar en un espacio de silencio; si es cristiano, mirando la vida de Jesús para comprender y dejarse abrazar por su amor inmenso. No se trata solo de decir que Jesús resucitó, se trata de que también nosotros seamos resurrección y vida para todos los que nos rodean.