“Vosotros apenas algo dais, cuando dais de vuestras posesiones. Sólo cuando de vosotros dais, es cuando realmente dais. (...) Hay quienes dan poco de lo mucho que tienen, y lo hacen para ganar méritos, y sus ocultas intenciones invalidan parcialmente sus actos. Y hay quienes poseen poco, y lo dan todo. (...) Es bueno dar cuando se nos pide, pero es mucho mejor hacerlo sin que se nos pida, con sólo conocer la necesidad. (...) Todo lo que poseéis algún día será dado. Dad entonces ahora, y que la época del dar sea vuestra y no de vuestros herederos. A menudo decís: ‘Yo daría, pero sólo a quien merece’. Ni los árboles de vuestro huerto, ni los rebaños de vuestras dehesas dicen eso. Ellos dan para poder vivir, porque negar es perecer. (...).” (Gibran, J.).
Navidad es un tiempo que se asocia con regalos; nos podemos quedar en la mirada comercial y consumista de comprar y gastar, pero también podemos ir más allá y pensar en el sentido más profundo de dar y recibir, que tienen implícitos dos valores fundamentales para construir relaciones saludables, generosidad y humildad. Los generosos dan por el gusto de hacerlo, sin esperar nada a cambio, porque quieren y se sienten felices haciéndolo, porque están convencidos que, al dar, Dios, el Cielo, el Universo, como quiera llamarlos, se los retribuye con creces. ¿Quién es el pobre? ¿El que tiene poco o el que teniéndolo todo no es capaz de dar? Podemos vivir en la escasez, sintiendo que nunca hay suficiente dinero, poder, afecto, etc., o podemos valorar lo que tenemos y compartirlo con otros que son menos afortunados que nosotros. Ese, en mi opinión, sería el verdadero sentido de la Navidad y también de una sociedad más equitativa.
Tenemos mucho que aprender sobre la generosidad, y aún más, sobre la humildad, entendida como reconocer nuestras propias capacidades y limitaciones, sin pensar que somos mejores ni peores, aceptando que no tenemos todas las respuestas y necesitamos de los demás para avanzar, especialmente cuando las circunstancias son más complejas. La humildad, decir ‘no sé’ o ‘no puedo’, abre las puertas al aprendizaje y hace posible pedir y recibir ayuda. “La humildad no es cobardía. La mansedumbre no es debilidad. La humildad y la mansedumbre son en verdad poderes espirituales”, dice Simon Sinek, autor del Círculo Dorado. Asocio el dar y recibir con la respiración, el movimiento que nos permite estar vivos: exhalar (dar) e inhalar (recibir); cuando este se interrumpe nuestra vida termina. Es lo que dice Gibran de los árboles, “dan para recibir, porque negar es perecer”.
Puede ser que el egoísmo y la arrogancia en los que vivimos hoy nos están quitando el oxígeno que necesitamos para vivir mejor como humanidad. Tal vez, para mejorar el estado de salud como sociedad, necesitemos fortalecer nuestra capacidad de conectarnos con los demás, más allá del intercambio que hacemos a través de nuestras tareas formales y remuneradas; dar y recibir por el placer de hacerlo, por sentir que hay algo por lo que vale la pena estar aquí, conectados con un propósito que nos inspire y nos dé el impulso para avanzar. Navidad puede ser un buen momento para observar y agradecer por todo lo que hemos recibido que nos ha permitido llegar hasta aquí. Habrá regalos que venían empacados en bondad y generosidad, que nos hicieron y nos hacen muy felices; y otros, que venían envueltos en amargura y escasez, que nos han permitido aprender y crecer. Como dice el dicho “lo que no nos mata, nos fortalece”; es cuestión de elegir, como dice Viktor Frankl, “con qué actitud enfrentamos las situaciones de nuestra vida”.
También podemos revisar los regalos que hemos dado a otros, quizá los más valiosos no han sido materiales; cuántas veces una sonrisa, una palabra a tiempo, un abrazo, una llamada, han sido motivo de felicidad para otro. Es posible que algunos más generosos, se sientan más felices regalando y otros, más enfocados en sí mismos, prefieran recibir; depende del momento de la vida en que se encuentran, de su historia y de sus circunstancias. No se trata de juzgar a nadie, pero sí invitar para que no nos quedemos en el intercambio material de regalos, y nos demos la oportunidad de conectarnos, desde la generosidad y la humildad, con quienes nos rodean. Sin importar cuánto dinero hay en el bolsillo, siempre es posible dar un regalo que haga feliz a otro.