La minería hace parte de la cotidianidad de los seres humanos. Gracias a la extracción de minerales se pueden fabricar y poner en funcionamiento un sinnúmero de artículos que son indispensables para nuestra vida en sociedad.
La preparación de los alimentos, aspecto fundamental para todos, requiere de gas y de utensilios que son elaborados con minerales; las casas que habitamos se encuentran construidas con ladrillos fabricados con arcilla, además de tener columnas de hierro, reforzamiento de cemento y ventanas de vidrio. Además, que la producción de electrodomésticos, piezas de automóviles, celulares y muchos artículos de uso diario y que hacen parte de nuestra cultura, tienen origen en la minería.
El oro es indispensable en la transición energética, estando todos los demás metales que hacen parte de esta importante estrategia (plata, cobre, molibdeno, zinc, plomo, entre otros) ligados a la explotación aurífera, debido a que es el que los viabiliza económicamente; sumado a que el 69% de la extracción del oro es realizada por medianos y pequeños mineros artesanales. De esta manera, podemos decir que sin la producción de oro no podía generarse las energías limpias, que es la gran propuesta para reducir el cambio climático y que también es el sustento de 1.200.000 familias colombianas que se dedican a esta actividad.
Colombia es poseedor de una amplia y sólida normativa minera, buscando mejorar las condiciones de vida de las personas, fomentar el desarrollo económico y propender por el cuidado ambiental a través del desarrollo de este sector. En 1940, se creó el Ministerio de Petróleos y Minas debido a la industrialización del país, en el año 1974, pasó a llamarse Ministerio de Minas y Energía, siendo la institución encargada de construir las políticas y parámetros de todas las operaciones de esta actividad. Todas las acciones mineras deben estar alineadas con la Constitución Política y la ley, generando desarrollo en concordancia con los Derechos Humanos y respetando las condiciones sociales y ambientales del país.
Entre los principales retos de la institucionalidad minera del país, se encuentra establecer los mecanismos necesarios para formalizar la pequeña minería, buscando construir las condiciones necesarias para que las personas dedicadas a esta actividad se articulen a lo estipulado en la normatividad nacional, con un alto enfoque al respeto por el ambiente.
Analizar las acciones mineras requiere, necesariamente, abandonar los sesgos y ponderar las ventajas y desafíos que presenta esta actividad, constituyéndose una cultura minero-energética, la cual permita que todos los ciudadanos seamos conscientes de cómo opera el sistema, de las consecuencias que genera su uso, pero también, las actividades que debemos modificar si la postura es la reducción del sector. La cultura minero-energética será la que permitirá que como sociedad reconozcamos lo esencial que es esta actividad para el uso de la tecnología, la construcción, las comunicaciones, el transporte, los alimentos, entre muchas otras acciones humanas.
La responsabilidad de la implementación de esta estrategia pedagógica deberá estar liderada por el Estado, buscando que la ciudadanía se apropie de este asunto que es competencia de todos, construyendo con las comunidades informadas, academia y empresas, las alternativas para dar cumplimiento al desarrollo sostenible. Siendo los ciudadanos los encargados de exigirles a las instituciones dedicadas a la minería, activar el mayor número de actividades de Responsabilidad Social Empresarial -RSE- con y para las comunidades, permitiendo el fortalecimiento de la cultura territorial.
En el departamento de Caldas, en la gran mayoría de los municipios se generan actividades mineras ejecutadas por empresas ajustadas a la Constitución y la ley; estamos llamados todos los caldenses a conocer más de este sector, reconocer lo que se está haciendo bien y en hacer las observaciones necesarias en lo que se debe mejorar, de esta manera tendremos una sólida cultura minero-energética.