En la pasada columna expresé que las directrices científicas, culturales y políticas de la alta dirección de las universidades agrupadas en Suma, deberían estar encaminadas en potenciar las investigaciones conjuntas para que coadyuven en acortar las brechas económicas y lograr equidad y justicia social.
Los rectores deberían volver a pensar (con sus profesores) en que se debe ser leal con los propósitos misionales sometidos al poder de la razón libre y autonomía. Lo dijo el filósofo K. Jaspers (1946): la universidad “es el lugar donde por concesión del Estado y la sociedad, una determinada época puede cultivar la más lúcida consciencia de sí misma (…).” Los rectores de Suma deberían sentarse a conversar en su “costurero” (como le decía uno de los ex rectores a estos encuentros) en cómo evitar que la autonomía claudique ante la inmensidad de saberes que agobian a los profesores que se sienten cada vez más estrechos en sus propios campos del conocimiento. E. Morin dice que esta explosión del conocimiento, más el exceso de especialización y la internet, ha dislocado a la universidad “en mil saberes ignorantes, que no llegan a comunicarse ni siquiera consigo mismos.” En esta época en donde el pan diario son las fake news, las universidades agrupadas en Suma, deben convertirse en espacios de debate informado, con el propósito de transformar el mundo.
Para el efecto, también es fundamental estrechar vínculos con el sector empresarial, a través, se me ocurre, de la Fundación Universidad Empresa Estado Eje Cafetero (Fueeec, que sigla tan incómoda). Es urgente que estas directrices también se diseñen para contribuir, por ejemplo, con el mejoramiento de la competitividad en Caldas. Según el Indice de participación departamental de competitividad, diseñado por el Consejo privado de competitividad (CPC), las estadísticas mostraron un aumento regional del 11% en el PIB (2021) y de un 7,5% (2022). Uno pensaría, entonces, que la cosa económica iba bien. Pero la realidad es otra: la situación en los departamentos está cada vez más deteriorada, analizada desde los reconocidos 13 pilares: instituciones, infraestructura, sostenibilidad ambiental, salud, adopción de tecnologías de la información, presencia en el sistema financiero, sofisticación y verificación, innovación, entorno para los negocios, mercado laboral, tamaño del mercado, y educación básica y superior.
Cómo no pensar, también, en ayudar a sacar adelante el ya viejo proyecto del aeropuerto en Palestina; sin lugar a dudas éste podría ser un excelente dinamizador de una multiplicidad de sectores económicos que se desarrollarían contando con esta terminal aeroportuaria.
En todo esto Suma bien podría sumar de verdad. Estas universidades tienen con quién y con qué. Directrices, también sobre la implementación creciente (nada nueva, por cierto) de la inteligencia artificial; en esa singularidad tecnológica resultado de la fusión entre la biología y la cibernética que está cambiando los algoritmos de la especie humana; o en problemáticas como la democracia que está siendo vaciada de contenido y defendida de manera instrumental por los mismos que la utilizan para destruirla; o por qué los gobernantes de Caldas y de Manizales, olvidan la historia y gobiernan sin tener claro un proyecto de ciudad, de territorio, de región…; o, en el asunto de que hace ya más de un año que se hizo la entrega del documento de la Comisión de la Verdad (CEV), y se propuso la creación de un ministerio que le dé voz a las víctimas para que las acciones que generaron el conflicto armado no se repita. 
Creo que los rectores de Suma deben sentarse de verdad a pensar en este territorio. Me parece incomprensible esta ausencia de directrices científicas y culturales. Quiero ver rectores que hagan sonoras declaraciones sobre asuntos como los que mencioné a favor de la paz, de la autonomía del espíritu universitario y de la defensa de la democracia. Lo dije: Suma, debería sumar.