Max Weber, autoridad en la ética y tan respetado como el padre de la sociología política moderna, para prevenirnos en contra de ciertas intencionadas distorsiones éticas en el quehacer político construyó una distinción moral, válida para entender cuándo hay que escoger entre lo que él llamó la “ética de la trascendencia” y la “ética de la responsabilidad”. Un ejemplo aclara bien esta distinción. Un sindicato se reúne para votar si se decreta o no una huelga. Quien defiende la “ética de la trascendencia” alega cuestiones de moral, con un patrono arbitrario y violador de los derechos de los trabajadores, lo cual, apunta, justifica el paro. Quien defiende la “ética de la responsabilidad” argumenta que todo indica que la huelga se declarará ilegal, que habrá despidos, que los trabajadores dejarán de recibir sus salarios durante varios meses. En fin, que las condiciones serán peores después del paro. Aconseja no decretarlo.
Las circunstancias anteriores bien encuadran en el marco de la campaña para la elección de gobernador de Caldas. ¡Quién más que este escribidor ha criticado más fuertemente y desde aquí mismo al Gobierno del presidente Petro! Pero como no soy candidato, y no obstante que sólo uno de los tres partidos que avalaron a Henry Gutiérrez esté respaldando al Gobierno nacional, mi ética de la responsabilidad me obligaría a votar por el médico Gutiérrez Ángel.
De la otra campaña tengo que decir que las palabras comprometen. Las palabras, si son acerbas y descalificadoras moralmente, hacen que quienes las pronuncian se coloquen, autocalificándose a sí mismos, como enemigos. Y los enemigos no piden, luego de las batallas, que se les apoye en sus iniciativas. ¿Con cuál cara se presentarán en Bogotá con sus respectivas solicitudes? ¿Con la de la campaña? ¿Qué pasará con Aerocafé? ¿Y con lo contenido en el Plan Nacional de Desarrollo para este departamento, lo cual deberá impulsarse ante el Gobierno nacional?
Aquí, sin embargo, tampoco pesa en contra de Henry Gutiérrez la ética de la trascendencia. Lo que pasa es que Congreso y Corte Constitucional le abrieron la puerta a una amplia cantidad de partidos en liza, lo cual obliga a las coaliciones, y ello con todas las disimilitudes y contradicciones, hasta ideológicas, de unos y de otros candidatos. Así, los liberales apoyan aquí a la otra candidatura, pero votan con Petro en Bogotá, como partido de Gobierno que es, algo quizás más lamentable, nacionalmente hablando. Y los que trabajaron de gancho con “las marionetas”, ahora acompañan también esa candidatura. De seguro tendrían su participación en esa posible administración.
También se podría descalificar a esa otra campaña desde la ética de la responsabilidad: “de qué le vale al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma”, aseveró Jesucristo. Ganar una gobernación para dejarnos aislados. Un gracejo afirma: “Dios está en todas partes, pero tiene su oficina en Bogotá”. Fijémonos más en la personalidad y luego en las propuestas de los candidatos.
Lo dice muy bien Esquilo: “No es la palabra la que garantiza al hombre, sino el hombre el que garantiza su palabra”. Que en buen romance significa que, si bien la lengua puede con todo, y que hasta un exfuncionario poco honesto puede autoproclamarse como tal, habría que mirar si su pasado garantiza su palabra. Henry Gutiérrez tiene en su haber la honradez, mucho trabajo desinteresado, sin remuneraciones y solo con la intención de satisfacer a esa interior piedad que a la solidaridad humana convoca. La mística del servicio y no la de las pérdidas y ganancias. De las ganancias, sobre todo.
Soy testigo de que Henry Gutiérrez es de esos pocos políticos en los que una promesa que no se cumple atormenta a la conciencia; que su pasado honrado garantiza su actuación transparente como gobernante; que él es una muestra de que el servicio público solo es correcto y valedero cuando se lleva en el alma como una generosa y desprendida vocación. Ese es Henry Gutiérrez. Ojalá así lo advierta la ciudadanía caldense.