Entendamos primero el verdadero significado de lo que es la confianza, la cual tiene su origen en el latín, derivada del verbo “confidāre”. Este verbo se compone de dos partes: “con”, prefijo que significa “junto” o “todo” y “fidere”, verbo que significa “fiar” o “creer”. En conjunto, “confidāre” significa “tener fe en”, “confiar en” o “depositar la confianza en”. De este verbo se deriva, a su vez, el sustantivo “confidantia”, que significa “confianza”. Así las cosas, la confianza es una actitud que implica certeza o esperanza en la conducta futura de alguien o algo. De acuerdo con esta definición, facilita y mejora las relaciones sociales, la cooperación entre unos y otros, y por sobre todas las cosas, disminuye la incertidumbre y el estrés, lo que la convierte en un ingrediente importantísimo para que nuestra vida sea más tranquila y placentera.
Hagamos un rápido recorrido por diferentes escenarios en los cuales la confianza es fundamental. Empecemos evaluándola como la principal protagonista en las relaciones personales. Es, tal vez, el elemento más importante para el fortalecimiento de las relaciones con los demás. Es así como las relaciones más poderosas se fundamentan en una confianza mutua, enmarcada obviamente en el respeto, donde cada cual sepa a qué atenerse con el otro. Y ni que hablar del mundo de los negocios, donde también la confianza entre las partes debe ser la base de cualquier tipo de transacción, si además queremos que sea duradera.
En las organizaciones, la confianza al interior de los equipos es vital; esta se puede ver amenazada por el exceso de egos, la falta de humildad y la falta de congruencia; de ahí la importancia del papel de un buen líder que además de generarla, la promueva al interior de los diferentes grupos. Tengamos presente que uno de los votos de confianza más importantes al interior de estos equipos de trabajo es la delegación, ya que esta trae un mensaje implícito que fortalece las relaciones, los buenos resultados y el compromiso.
Por otro lado, la confianza en las instituciones se garantiza cuando detrás de ellas hay personas literalmente “confiables”, que tienen como principal carta de presentación un actuar transparente, en el cual la coherencia ha sido su principal protagonista; para ello es importante entender que la confianza se construye, obviamente siempre a través de acciones, no solo de postulados grandilocuentes que no pasan de ahí. Esta es una razón más que suficiente para que a toda costa debamos proteger las instituciones, buscando siempre que no lleguen a ellas personas que las pongan en riesgo. Lo peor que le puede suceder a una sociedad es que quienes la componen pierdan la confianza en sus instituciones; cuando esto ocurre se genera desesperanza, inseguridad y por supuesto anarquía, con los enormes riesgos que esto conlleva.
Y para confiar en los demás es requisito fundamental empezar por confiar primero en uno mismo. La buena noticia es que es una habilidad sobre la cual se puede trabajar. De hecho, Paul J. Zak en su libro “La molécula de la felicidad, el origen del amor, la confianza y la prosperidad”, nos comparte ejercicios prácticos para construir y ganar confianza; entendiendo que es algo en lo cual debemos trabajar permanentemente para empoderarnos y llenarnos de seguridad.
Las razones anteriores son más que suficientes para trabajar en el fortalecimiento de la confianza a través de acciones reales y congruentes que envíen mensajes positivos que les garanticen a los demás poder confiar en nosotros. Y al mismo tiempo, trabajar sin descanso en el fortalecimiento de las instituciones para no perder la confianza en ellas. Este es un pilar fundamental de la democracia. Recuerden que tener confianza da tranquilidad y generarla produce resultados exitosos, por eso no podemos correr el riesgo de perderla.