Odio más humillación, más miedo y más pérdida de esperanza, genera una mezcla sencillamente degradante de la vida. Es lo que ha ocurrido en el conflicto entre Palestina e Israel.
Trataré de dar algunos elementos de juicio para comprender cómo se llegó a esta situación y lo complicado que será salir de la actual encrucijada.
Palestina, y particularmente la banda de Gaza, es una de las porciones de tierra con mayor densidad de población. Con un 50% de población por debajo de los 18 años. Y con 63% de la población en inseguridad alimentaria. Y con una opinión mayoritaria, antes de los ataques de Hamas, favorable a mantener el cese al fuego con Israel. Estas son las personas que están ahora sufriendo un nuevo éxodo por la presión de Israel de barrer la zona de Gaza donde se encuentran los integrantes del grupo Hamas.
El bloqueo a la existencia real y efectiva del territorio Palestino ha encubado un odio y desesperanza a los palestinos. Si bien la resistencia que realiza el grupo Hamas es violenta y violatoria del Derecho Internacional Humanitario, no hay que olvidar las causas del malestar: la negación efectiva del derecho a una tierra autónoma de los palestinos.  Las colonizaciones de Israel son una provocación.
Pero es necesario rechazar el uso de la fuerza y peor aún si es contra los civiles. Y mil veces peor si es contra los niños y las niñas. Esta degradación es insoportable para un mundo civilizado. Es sencillamente insoportable.
Las decisiones tácticas y estratégicas de Hamas, son inaceptables. Hay ejemplos claros en la historia reciente de resistencias pacíficas y efectivas frente a las injusticias. Optar por la violencia y además desmedida, es un grave error.
La estrategia visceral y enceguecida por el dolor y la rabia de Israel por las acciones salvajes de Hamas es entrar en la peor trampa de violencia. Será muy difícil que borren del mapa terráqueo a Hamas y si lo logran será a un costo incalculable para el pueblo palestino. Al día siguiente aparecerán otros extremistas que los reemplazarán. Esta no es la vía. Un punto de partida debe ser la toma de conciencia profunda y reconocer que el sufrimiento palestino e israelí es muy grande. Y que ambos están siendo prisioneros de la situación.
Hay que construir una solución desde la ética. No desde el aparato militar. Hay que ubicarse en la perspectiva de darle vía efectiva y real a la existencia de dos estados autónomos.  Y para hacerlo desde la ética, se debe comenzar respetando la vida de todos. Segundo buscando la justicia para todos y muy especialmente para los más vulnerables y débiles. Tercero, propiciando procesos de reconciliación y perdón.  
Es urgente ofrecer un proceso de esperanza para las nuevas generaciones.  Este es un largo y complicadísimo proceso, pero es totalmente necesario. El mundo debe acompañarlo, los países amigos deben ayudar a desescalar y erradicar la violencia.