Con el Gobierno actual del país se puede estar fácilmente en desacuerdo con muchos puntos, pues en su afán ideológico quiere “cambiar” muchas cosas desconociendo lo positivo de lo recorrido y construido.  Pero también somos conscientes que el orden actual de cosas tiene por mejorar mucho, o como dirían otros coloquialmente “por mejorar demasiado”. Esta situación está llevando a una polarización de las fuerzas muy grande y muy poco beneficiosa para el país. La incertidumbre comienza a dinamitar el ambiente para vivir y hacer empresa. Un estado permanente de zozobra social no es lo más justo para todos los colombianos y colombianas.

La semana pasada más de 5 millones de afiliados a la EPS Sanitas quedamos muy inquietos, por decir lo menos, con la orden administrativa de la Superintendencia de Salud de intervenir la entidad. Otra de las buenas EPS solicitó su liquidación.  Ya el Estado ha intervenido otras entidades y los pacientes han sufrido un detrimento en la calidad del servicio, hecho atestiguado por organizaciones de pacientes. Vamos a ver qué ocurre en este caso. La crisis explícita del sistema la logró el Gobierno apretando a las EPS con el valor de la UPC (dinero que entregan por paciente), como quedó probado en la sesión de la Corte Constitucional del viernes. Paralelamente en el Congreso se enterraba la propuesta de reforma del Gobierno, pues no ha habido claridad en su costo, ni en los análisis de datos, ni las estrategias de mantener lo bueno de lo existente. Con una bondadosa idea de hacer énfasis en lo preventivo se quiere acabar con todo. Cuando se podía hacer énfasis en la prevención. Pero el Gobierno no ha logrado generar los consensos, particularmente porque tiene un componente ideológico contra el sector privado muy grande y una confianza desmedida, a veces ingenua, en lo público.  

Hace algunos años Adam Kahane escribió el libro Negociando con el enemigo, en el que señala cómo es de importante colaborar con las personas en que no confían, no le gustan y no están de acuerdo. Allí en su libro presenta la metodología de la colaboración flexible, como la mejor salida para evitar polarizaciones que puedan generar inmovilismo, o sencillamente que las actitudes lleven a choques, peleas, violencia. Pues bien, esto es lo que necesita urgentemente el país. Es insoportable este estado de tensiones entre el Gobierno y buena parte de la opinión pública. Es la tensión entre lo político y lo técnico; entre el cambio y lo construido; entre la postverdad y los hechos. Es necesario instaurar un diálogo constructivo.

Las teorías de gestión del cambio están súper desarrolladas. En uno de los pasos del abecé para planear y ejecutar el cambio se establece que se logre articular y comunicar una visión del futuro: “Los esfuerzos por producir un cambio que tenga éxito, están guiados por una visión clara del futuro. Mientras los líderes no hayan formulado una visión clara y convencido a otros de que se unan a esa visión, no podrán generar el entusiasmo ni los recursos que se necesitan para un cambio cultural de gran escala”. Este es el gran fallo del Gobierno, no ha sido capaz de lograr los consensos sociales para llevar a cabo las reformas.

Es necesario que el Gobierno invite a una reflexión tranquila y seria, no solamente popular, sino técnica también. Aquí es necesario hacer convergencia de saberes… Pero que el Gobierno esté dispuesto a ceder también, no puede fijarse en sus posiciones. La colaboración flexible explícitamente incorpora esa capacidad de ceder con la interacción con otros. Más humildad y menos soberbia.