Resulta curioso, por decir lo menos, que mientras la economía colombiana en su conjunto creció apenas 0,6% en 2023 el sector financiero haya marcado un crecimiento del 7,9% en el mismo período. Por supuesto que la economía está compuesta por muchos sectores (industria, comercio, financiero, entre otros), por lo que resulta normal que algunos crezcan (o decrezcan) más que otros. Absolutamente entendible.
Pero en contraste con ello, lo verdaderamente sorprendente, y que motiva esta columna, es el reciente informe de la Superintendencia Financiera, según el cual los bancos y establecimientos de crédito reportaron una caída del 48% en sus utilidades, al pasar de $16,2 billones en 2022 a $8,3 billones en 2023. Palabras más, palabras menos, el sector financiero creció a muy buen ritmo en el contexto de la economía 2023 (+7,9%), pero las utilidades de los bancos y establecimientos de crédito, actores principales del sector, prácticamente se redujeron a la mitad (-48%) en el mismo año. Resulta paradójico, ¿no? Intentemos descifrar esta paradoja.
Al revisar las cifras, lo primero que salta a la vista es que en el primer trimestre del 2022 el sector asegurador (que forma parte del sector financiero) asumió el pago de las indemnizaciones por Hidroituango, lo que hizo de ese uno de sus peores trimestres en la última década. Y por ello, el solo “efecto rebote” de esta operación fue suficiente para explicar en buena parte el crecimiento del sector financiero del 2023.
Aparte de ello, hay unos hechos concretos que explican la drástica caída de las utilidades de los bancos y establecimientos de crédito. Y, sin lugar a duda, la razón de mayor peso fue la alta tasa de interés del Banco República, que se tradujo en la reducción del margen de intermediación de los bancos y en la menor colocación de nuevos créditos y, por ende, en la disminución de sus ganancias. No obstante, valga decirlo, la decisión del Banco República de mantener una alta tasa de interés ha resultado totalmente apropiada para combatir la inflación, la que hace más de un año rondaba el 13%, pero que hoy se acerca a niveles del 7%.
Por otra parte, adentrándonos en el detalle del negocio de intermediación financiera, son tres los síntomas que dan cuenta del porqué los bancos no vienen tan bien como el PIB lo sugiere: i) ya son 9 meses consecutivos en que la cartera de crédito decrece (-6,6% anual real en diciembre), es decir, toda la plata que las entidades financieras prestan a hogares y empresas cada vez es menor; ii) la cartera en mora, o con impagos a más de 30 días, se ubicó en el 5% o, lo que es igual, 5 de cada 100 prestatarios no están al día con sus obligaciones; y iii) la rentabilidad de la cartera se encuentra por debajo del promedio de los últimos cinco años, pues cada $100 prestados rinden $1,81, en promedio, para la entidad financiera.
Los anteriores datos se sustentan en dos situaciones: de una parte, en la ya mencionada elevada tasa de intervención del Banco República; pero por otra parte, quizás más importante, en la debilidad del consumo de los hogares y la gran incertidumbre para la inversión de las empresas, hechos que van de la mano con la desaceleración económica. Una pronta resolución de la primera (reducir tasa de interés) seguramente le permitirá al Banco República administrar el medicamento necesario para mejorar parcialmente los síntomas; pero estimo que se requiere de un tratamiento intensivo del Gobierno nacional para curar de raíz la segunda (desaceleración económica) y sacar adelante, no solo a los bancos y establecimientos de crédito, sino a todos los colombianos.