La semana anterior el banco más grande de EE.UU., JP Morgan, produjo una noticia económica que debería ser motivo de preocupación, puesto que de llegar a materializarse haría aún más difíciles las condiciones para atraer inversión extranjera a nuestro país. Dijo JP Morgan: “No vemos grandes impulsores positivos para las acciones colombianas: un escenario macroeconómico poco atractivo y un panorama político incierto nos mantienen al margen … seguimos pensando … reclasificar a Colombia fuera de los mercados emergentes, lo que provocaría flujos de salida y una menor visibilidad”.
Tratemos de desglosar esta noticia “con pinzas” y con sentido práctico para poder entenderla. En primer término, hay que decir que el mercado accionario colombiano, aquel en el que se compran y venden acciones de las empresa que cotizan en la Bolsa de Valores de Colombia (BVC), es muy reducido. Si lo comparamos con países como México (que prácticamente lo triplica) o Chile (que casi lo duplica); y ni qué decir si lo comparamos con EE.UU., comprobamos que se trata de un mercado “pequeño”, pero sin restarle importancia por su tamaño, pues allí cotizan las principales empresas colombianas, lo que verdaderamente preocupa es la tendencia que ha tenido en los últimos años y sus posibles consecuencias.
Reconocidos analistas económicos del país resumen magistralmente la evolución de la BVC en la última década. Una primera etapa, hasta 2015, marcada por el auge de los precios del petróleo, que alcanzaron los 150 dólares el barril, con transacciones súper rentables con las acciones de Ecopetrol. Una segunda etapa entre 2016 y 2022, precisamente marcada por el colapso de los precios del petróleo y una “realineación” de las ganancias. Y una tercera etapa, aunque suene controversial decirlo, marcada por el tema postelectoral (2022), en la que el tamaño, número de emisores, ganancias y liquidez, están en picada. Para poner esto último en perspectiva, el COLCAP, índice que recoge el comportamiento de las acciones más transadas en la BVC, ha caído un 23%, mientras que los índices de México (+13%), Brasil (+18%), Chile (+19%) y Perú (+20%) han crecido todos a doble dígito.
Precisamente estos últimos resultados motivaron a JP Morgan a contemplar la posibilidad de “reclasificar” a Colombia, de un “mercado emergente” a pasar a considerarla un “mercado de frontera”. 
He ahí la gravedad del asunto. Siempre escuchamos términos como “Colombia es una economía emergente” o “el mercado colombiano es emergente”. Y una economía/mercado emergente implica que, si bien puede presentar riesgo financiero considerable, también posee expectativas reales de crecimiento y siempre será atractivo para la inversión extranjera.
En el mundo financiero existen tres tipos de mercados: los desarrollados, los emergentes y los “mercados de frontera”. Este último es el escalón más bajo y conlleva ser visto como un mercado reducido, con escasa liquidez, riesgo elevado y, por supuesto, con un panorama político-económico complejo, características que cazan como anillo al dedo a las condiciones actuales de la economía colombiana. Si Colombia es reclasificada a un “país de frontera”, seguramente muchos tenedores extranjeros de acciones de empresa colombianas podrían liquidar sus posiciones (venderlas), afectando aún más su precio e impactando la economía en general, lo que ocasionaría una reducción de los flujos de inversión extranjera hacia Colombia, con la consecuente alza del dólar y el nefasto efecto de ello en la inflación y demás fundamentales de la economía.
Sin ser ave del mal agüero, hay que decir que todo es posible. Por ello, el Gobierno colombiano debería proponer una reforma al mercado de capitales que de manera contundente promueva su ampliación y desarrollo y, así mismo, debería limitar los impactos que la reforma pensional propuesta podría tener sobre dicho mercado.