Uno de los ingredientes más preocupantes de la actual situación nacional es la pérdida de confianza del ciudadano en lo público. Esa desconfianza, que se ve en todos los ámbitos de la sociedad, tiene consecuencias no solo en lo político sino en lo económico y en lo institucional. La confianza puede impulsar el progreso, la inversión y la cohesión.

Nuestro país se está convirtiendo en un lugar en donde todos desconfían de todos y eso tiene consecuencias negativas en el crecimiento, el sentido de futuro y en la lúcida serenidad que se debe tener para elegir las opciones apropiadas en las distintas elecciones que se avecinan.

La erosión de la confianza tiene graves implicaciones para la economía, ya que es fundamental para los negocios. De hecho, en 1972, el premio Nobel Kenneth Arrow escribió: “prácticamente toda transacción comercial tiene en sí misma un elemento de confianza”.

Una empresa prospera gracias a la confianza acumulada de todos los que intervienen en sus dinámicas. Esto también se aplica a los gobiernos. En este sentido, la confianza es como una red interdependiente que conecta a todos los actores de una economía e influye en cómo trabajan juntos para impulsar el crecimiento.

Los países donde las empresas, los gobiernos y otras instituciones han generado más confianza experimentan un mayor crecimiento del PIB real per cápita, una medida estándar de prosperidad económica. Utilizando la confianza entre individuos como indicador del nivel de confianza construido dentro de un país, los macroeconomistas han demostrado que a medida que mejora la confianza, crece la prosperidad económica. Es esencial para la gobernanza y, por lo tanto, es necesario que los gobiernos la generen entre el público. La confianza en el gobierno representa la confianza de los ciudadanos y las empresas en las acciones del gobierno, las cuales son evaluadas socialmente como correctas, transparentes y justas.

Esa es una de las bases más importantes sobre las que se construyen la legitimidad y la sostenibilidad de los sistemas políticos. La confianza en el gobierno es esencial para la cohesión social y el bienestar, ya que afecta la capacidad para gobernar y permite actuar sin coerción, es decir, persuadiendo en lugar de imponiendo.

La confianza, según los expertos, es algo que se alcanza actuando con competencia e intención. La competencia es la capacidad de ejecutar y cumplir con lo que dice que se hará. La intención se refiere a la razón detrás de sus acciones, incluida la equidad, la transparencia y el impacto.

Uno sin el otro no puede generar ni reconstruir la confianza: ambos son necesarios. La pregunta es: ¿en este momento la institucionalidad a todos los niveles está transmitiendo a la ciudadanía la idea de que se actúa con competencia e intención? La tarea de recuperar la confianza en lo público es algo que solo se logra con ejemplo y coherencia. Ese es el desafío que tenemos como país y sociedad.