La literatura, denominada por la Real Academia de la Lengua como el arte de la expresión verbal, que se vale del lenguaje para construir belleza literaria, es un ejercicio estético donde a través de la palabra se manifiesta el espíritu del hombre para expresar su pensamiento, para contar historias de vida, para fustigar las desigualdades sociales, para exaltar las excelsitudes de una raza, para hablar sobre las costumbres de una sociedad, para narrar sucesos que han marcado el devenir de los pueblos, para reconstruir la historia de una nación, para darle corporeidad a personajes que con sus actos marcaron a una comunidad y, desde luego, para describir el paisaje que lo rodea. Lo que queda escrito en los libros es el material para que otras generaciones conozcan su pasado.
La novela, el cuento, el ensayo y la poesía, géneros literarios que permiten la expresión de las ideas, la transmisión del conocimiento, la reconstrucción del pasado, la recreación de la historia y la enseñanza de los valores, buscan enriquecer espiritualmente al hombre y, al mismo tiempo, enseñarle cómo desde la antigüedad hubo una preocupación del ser humano por dejar una constancia literaria de cómo era la sociedad de entonces, cuáles eran sus costumbres y que estaban haciendo para trascender en el tiempo. Enheduanna, que según Irene Vallejo en El infinito en un junco vivió 1.500 años antes de Homero, fue la primera mujer que en la antigüedad escribió algo. Y Aspasia, una hetaira, la segunda mujer de Pericles, era quien escribía los discursos que él pronunciaba.
Los primeros escritores se sirvieron de la palabra para dejar un testimonio escrito sobre los hechos que en su tiempo los conmocionaron. Valiéndose del lenguaje, que entonces era diferente al que hoy se utiliza, crearon obras literarias donde consignaron sus experiencias vitales, sus preocupaciones filosóficas y su forma de ver la sociedad en que vivían. Surgieron así grandes obras de la literatura universal, que nos han enseñado cómo pensaban los hombres en esos tiempos y, ante todo, qué aportaron al desarrollo del pensamiento y a la consolidación de la cultura. Sabemos de la Guerra de Troya porque en el Siglo VIII a.C existió Homero, que dejó dos libros inmortales: la Ilíada y La Odisea, poemas épicos donde hacen presencia hermosas hechiceras, esposas abnegadas y bravos guerreros.
La Ilíada narra la Guerra de Troya después del asedio por los Aqueos, invasión ordenada por Zeus. En uno de sus capítulos cuenta cómo se desarrolla la batalla entre Héctor y Aquiles alrededor de las murallas de la ciudad. El segundo asesina al primero, que intenta huir. Amarrándolo después a un carro de combate, Aquiles recorre con él la ciudad, exhibiéndolo como un trofeo. La Odisea, por su parte, cuenta la restauración del orden después de que finaliza la Guerra de Troya, cuando Atenea se muestra de acuerdo con que Ulises regrese a su hogar después de ocho años de permanecer cautivo en la isla Calipso. Emprende el viaje de regreso a Itaca sin darse cuenta de que Telémaco, hijo de Odiseo y Penélope, inicia la búsqueda para encontrarlo.
“La novela como arte se caracteriza por usar elementos estéticos, generar placer por la lectura, despertar la imaginación del lector y ser capaz de trasladarlo a lugares y tiempos inimaginables”, dice Eva Andrés Vicente. La pasión por escribir novelas surge por la necesidad que tiene el hombre de contar historias, por el deseo de recrear las costumbres de un pueblo, por el interés de tomar la realidad para contarla en frases que despierten en el lector ese deseo de sumergirse en una prosa que le va revelando historias imaginadas o sucesos reales. Los libros tienen como misión transmitir lo que el hombre ha logrado en esa búsqueda constante de su identidad. Quedan como registro de lo que sucedió antes, y recurrimos a ellos para enterarnos de cómo eran las sociedades antiguas o cómo pensaba la gente.
Se escriben novelas para dejar un testimonio del tiempo vivido por quienes usan la palabra para contar historias. Ellas nos permiten acercarnos al pasado, a la historia de la humanidad y a la vida de esos hombres y mujeres que con sus luchas abrieron el camino para construir una nueva sociedad, y poder conocer así la evolución que a través de los siglos esta ha tenido. El ser humano siempre quiere saber cómo fue la vida en la antigüedad. Por esta razón, las obras de Heródoto y Suetonio son estudiadas por quienes tienen la inquietud mental para investigar en la historia cómo transcurrieron esos tiempos. Se escriben novelas para contar la historia de los pueblos, para inmortalizar personajes trascendentes, para explicar el pensamiento del hombre, para fustigar la desigualdad y para despertar en el lector su capacidad de asombro.