Hace varios años escribí sobre lo que significaba para mi regresar a Marquetalia, un bello municipio del oriente de Caldas. Dije entonces que volver a pisar las calles de este pueblo de clima templado era volver a respirar ese aire con olor a café que tienen sus calles, volver a sentir el viento cálido que besa la frente, volver a escuchar el sonido de las campanas de la torre de su iglesia y volver a sentir en mi espalda ese sol de las dos de la tarde que juega en los balcones de madera. Hoy vuelvo a escribir sobre este pueblo que tiene para mí un encanto especial. Lo hago con motivo de la conmemoración de sus cien años de vida administrativa, que tendrá lugar entre el 23 y el 28 de este mes.
Marquetalia fue erigido como municipio el 15 de abril de 1924. Este pueblo que hasta el 30 de junio de 1930 llevó el nombre de Núñez es fruto de la colonización antioqueña. Ángel María Ocampo, su historiador, dice en su libro Marquetalia, su historia y su cultura que el proceso poblacional que dio vida a este municipio se inició con la colonización antioqueña debido a que, después de haber sido fundada la ciudad de Manizales el 12 de octubre de 1849, una nueva migración de personas con raíces en Antioquia tomaron el camino de La Elvira para llegar a Manzanares y, después, a Pensilvania y Marquetalia. Ocampo Cardona agrega que en este poblamiento también tomaron parte gente del Tolima. Todo porque hasta el 5 de agosto de 1908 los hoy municipios del oriente caldense pertenecieron a este departamento.
Marquetalia, como todos los municipios de Caldas, es el fruto del trabajo de una raza pujante que descuajó montañas para fundar pueblos. Su historia la han escrito cientos de hombres y mujeres que han aportado lo mejor de su vida para lograr lo que es hoy: un ente territorial pujante, gran productor de café, habitado por gente que le abre su corazón al forastero para hacerlo sentir como en su casa. Desde aquellos años en que era una vereda de Manzanares, cuando llevaba el nombre de Risaralda, sus primeros pobladores se aventuraron a desafiar una naturaleza inhóspita, movilizándose por trochas que ellos mismos iban abriendo. La grandeza de una raza que no se deja vencer por las adversidades se expresa en el amor de sus pobladores por las cosas de su terruño.
Marquetalia es un pueblo hermoso. No sé si es ese verde intenso de sus montañas, o la hospitalidad que brindan sus pobladores, o la belleza natural de sus mujeres o la neblina que en la noche invade sus campos lo que lo hace inolvidable. Lo cierto es que es un municipio que marca con tinta indeleble a quienes tienen la oportunidad de vivir un tiempo en su geografía caprichosa. No importa que para llegar hasta allí haya que recorrer una carretera tortuosa que, zigzagueante, se desprende desde Petaqueros. Marquetalia es un poblado pequeño con un cielo siempre azul en el horizonte. Sus calles conservan esa esencia pueblerina que cautivó a Fernando González, el filósofo de Envigado, cuando anduvo por varios municipios del norte de Caldas.
Hace muchos años Fernando Soto Aparicio escribió en este diario: “En Marquetalia se escucha el trinar de los pájaros con la misma dulzura con que se desplazan las aguas sobre el lecho musical del río”. Yo agregaría que en este pueblo se sueña con colmenas de miel mientras se escucha el canto melodioso de los sinsontes. Es un municipio de amaneceres espléndidos, donde se escucha el repique de las campanas cuando convocan a misa. Allí todavía las mulas transitan por sus calles llevando en sus lomos bultos de café, y en las noches orladas de luceros sopla un viento tibio que pone a bailar las hojas de los cafetales. Antonio María Flórez, su más grande poeta, evoca en el poema Llueve “las montañas, los caminos, los abrazos”, y dice que allí “se le iba la infancia navegando en sueños”.
¿Cómo va a celebrar Marquetalia estos 100 años de historia? Rindiéndole tributo de gratitud a aquellos hombres que en una época en que no existían caminos de herradura se aventuraron a fundar un pueblo. Ellos no midieron distancias para hacer posible su progreso. En este mes de abril los marquetones deben lucir sus mejores galas para celebrar esta fecha. Y recordar a esa cacica marquetona que simboliza su pasado indígena. Y traer a la memoria el nombre de Pedro Antonio Ramírez, su primer alcalde. Y rendirle testimonio de gratitud a dos sacerdotes que marcaron su destino: Daniel María López y Antonio María Hincapié. Deben encender las fogatas de la alegría para decirle a Caldas, llenos de orgullo, que Marquetalia es un pueblo construido a golpes de hacha, con aroma de café en sus campos.