La ciencia como actividad tiene cada vez más interés para los ciudadanos. De una época en que era una acción con apreciación indiferente, salvo para algunas profesiones u oficios como astronomía y medicina, posterior y paulatinamente extensible otras como agronomía, veterinaria. Hoy, no hay actividad humana que ignore las investigaciones.

Lo que antes parecía algo etéreo se ha vuelto una necesidad debido al cambio del ser humano frente a lo desconocido o a los resultados de la investigación que lo favorecerán de múltiples maneras. Un ejemplo palpable en la cotidianidad son los beneficios derivados de: la ciencia médica, los viajes espaciales, la producción animal y vegetal, la ingeniería, la arquitectura, la biología y, por supuesto, todas las innumerables ciencias sociales.

No debe el ser humano moderno y futuro independizarse de la actual y nueva investigación. Por ello, la actividad investigativa es vital para que las personas adapten a su vida los nuevos desarrollos; y lo que es más interesante los seres humanos enfáticamente urgen nuevos logros para sus necesidades e inclusive pensando en su descendencia para lograr finalmente una mejor calidad de vida, que, quiérase o no, es el fin último de todas las actividades humanas, sean éstas conscientes o no. Los investigadores y sus benefactores, ya sean personas o instituciones estatales o privadas, son dueños de la intencionalidad de sus investigaciones, así lo resultados no sean considerados previa y absolutamente seguros, como sucede en todas las acciones humanas.

La ausencia de resultados esperados, por razones propias de los mismos estudios, es un acontecimiento que se da más frecuentemente de lo esperado. Ello significa parar, volver a empezar o derivar la investigación científica. Esto sucede cuando los investigadores son honestos. Muchas exploraciones se inician y aún con proyectos perfectos e hipótesis positivas o negativas bien planteadas los logros finalmente no se alcanzan, no concuerdan con lo invertido ni con las razones preliminares.

También las serendipias, hallazgos accidentales, pueden aparecer y valer por toda la investigación planeada. La investigación en un proceso que incluye muchas acciones, donde el análisis humano es vital. A similitud de la película galardonada, todo es posible, en lugar apropiado y en todo tiempo. De investigaciones ocasionales se ha pasado a una necesidad en quienes cursan estudios universitarios o tienen exigencias en lo comercial, industrial o social. De unas pocas áreas tributarias de investigación se ha llegado a la universalidad temática.

Por lo tanto, ninguna persona está excluida de tener las características de investigador, aún el más humilde de los seres humanos y en el lugar más remoto. Solo necesita de los recursos para hacer realidad sus ideas, y con sus cualidades humanas efectuar procesos físicos y mentales.

No es la caracterización democrática la que va a hacer posible la existencia de investigadores y sus procesos, porque aun considerando el ser humano como dueño de atributos estándares, no todos quieren ni pueden ser investigadores formales. Los ancestrales investigadores, provistos o no, de elementos básicos, pero siempre dueños de una envidiable capacidad de observación y razonamiento, hicieron aportes a la ciencia que hoy son considerados equivocadamente como intrascendentes, del común acontecer, y otros son inverosímiles y la base de nuevos y futuros experimentos.

La observación y el razonamiento han cedido espacio y tiempo a la tecnología. La verdadera función de los gobiernos y empresas es la financiación de la investigación en todas las ramas del conocimiento y bajo todas las estrategias posibles o modernamente diseñadas.

La investigación no es un problema político partidista ni de género ni de etnia ni de lugar. Es humano, entendido éste como ser integral que merece y puede todo.

Nota: ¿Qué tan lejos esta colombia de ser federal?