La RAE, en la tercera acepción de mafia, dice: “Grupo organizado que trata de defender sus intereses sin demasiados escrúpulos”. Es una definición que describe perfectamente la administración de Carlos Mario Marín y es, además, el estigma que nos ganamos al elegir a un individuo que desde su campaña demostró ausencia total de escrúpulos y estar poseído por una alta dosis de egolatría, prepotencia, adanismo y mesianismo, que lo llevan a desdeñar la decencia y a esputar mentiras en cualquier escenario que se le presente.
Y sí: Manizales está gobernada por una mafia. Lo hemos repetido en varias columnas y lo hemos demostrado con documentos, hechos y pruebas; lo hemos denunciado en múltiples oportunidades ante los órganos de control y de justicia que cada vez causan más estupor por su inoperancia; lo han ventilado en el Concejo aquellos ediles que tienen aún decencia, valentía y verticalidad, encontrándose con una barrera mayoritaria de complicidad, y una vergonzosa connivencia; lo han evidenciado los gremios, la prensa, los políticos de todos los partidos, los funcionarios de la propia Alcaldía y el ciudadano del común. Una mafia que dejamos crecer con nuestro silencio, indolencia y resignación, y que hoy trasciende las fronteras colocándonos ante el mundo como una sociedad en retroceso y una ciudad carente de los valores que otrora nos enorgullecía.
¡Una mafia! La “cosa nostra” criolla, encabezada por un alcalde mediocre, ineficiente, mitómano, acosador e incapaz, que no tiene vergüenza de pagar a los medios periodísticos nacionales para que publiquen realizaciones que solo están en su imaginación; obras que solo están en el papel; proyectos inviables que anuncia como si estuvieran en marcha; propósitos rimbombantes aupados por concejales cómplices y genuflexos; estadísticas acomodadas que son el resultado de datos inflados; puestos de honor que utiliza como escudo ante las evidencias de su fracaso; y datos y cifras sacadas de un amplio sombrero diseñado exclusivamente para albergar sus falsedades.
En resumen, tenemos un alcalde y una administración que son una vergüenza para Manizales. Ya Arturo Espejo, exgerente de Emsa, en diferentes audios viralizados, y que ocasionaron su declaratoria de insubsistencia, amenazó con delatar algunos actos de corrupción del alcalde (entre otros, el negocio con el alumbrado público, que denunciamos y documentamos en este espacio desde el año 2020). Y sería un buen inicio para empezar a recuperar la ciudad y para desmantelar la mafia del alcalde, antes de que la propia administración logre hábilmente minar la credibilidad del denunciante, propósito en el que parecen estar empeñados a través de sus aliados, miembros del clan, la bodeguita verde y demás artimañas acostumbradas por Marín.
En uno de los audios publicados, dice supuestamente Espejo: “Por favor: mi integridad física depende de Carlos Mario Marín. Me está amenazando de muerte… quiere matarme…me ha hecho de todo. Por favor quiero que todos sepan que yo estoy bien pero… pienso que el tipo me va a matar”. ¡Por Dios! ¿En manos de quién estamos? Y si escuchamos los otros audios, nos adentramos en un episodio sin precedentes de degradación moral, ética, penal y comportamental que demuestra que lo que hemos denunciado con insistencia tiene asidero en la realidad. Dos personajes que saben mucho el uno del otro; dos amigos inseparables que terminan enredados en sus propios escándalos; dos miembros de una mafia que se desbordan y terminan acusándose de todo, pero rehúsan un careo, una confrontación pública o una asunción de responsabilidad.
¿Pelea de verduleros? ¿Amigos desengañados? ¿Traiciones mutuas? ¿Extorsiones recíprocas? ¿Amenazas bidireccionales? Cualquiera de los escenarios es posible, y no pasaría de ser un problema de resorte policial o penal, si no fuera porque uno de los protagonistas es el alcalde de Manizales y, el otro, quien se arroga el mando de la administración y se ufana de tener el poder para tumbar a su examigo y patrón. Entonces ya no es solo un problema policial: es una vendetta en medio de la cual nos están acabando con Manizales.
¡La sociedad civil tiene la palabra, ya que la justicia no opera y los órganos de control están temerosos ante la virulencia de esta mafia, o silenciosos ante su dinero y poder!