A los 23 años, Beethoven conoció la obra del escritor alemán Schiller, y quiso ponerle música.
Lo hizo en su genial Novena Sinfonía cuando ya padecía una terrible sordera y afrontaba problemas económicos.
En lugar de cantarle a la angustia o a la desesperanza, Beethoven le cantó a la alegría como “luz divina” y a la fraternidad: “Escucha, hermano, la canción de la alegría, el canto alegre del que espera un nuevo día. Ven, canta, sueña cantando, vive soñando el nuevo sol en que los hombres volverán a ser hermanos. Si en tu camino sólo existe la tristeza y el llanto amargo de la soledad completa, si es que no encuentras la alegría en esta tierra, búscala, hermano, más allá de la estrellas”. Es un texto adaptado, no de la sinfonía.
Es ejemplar ver como Beethoven nos invitó a vivir en amor y en fraternidad a pesar de su sordera.
@gonzalogallog