Durante mi infancia, era usual que mi padre me llevara en compañía de mis hermanos al desaparecido Teatro El Cid en jornada “matiné” a ver películas de Disney y la Warner Bros. Siempre lográbamos identificar los personajes buenos, a quienes llamábamos los “guapos”, de los malos o villanos. De este último grupo recuerdo, por ejemplo, a Maléfica, la Reina Malvada, el Capitán Garfio y la Reina de Corazones. En todo caso, la representación de los “guapos” hacía parte de nuestra lúdica cotidianidad, eran nuestros héroes. El pasado miércoles el plan era ir a cine y siendo a mitad de precio resultamos en All Cine de Cable Plaza viendo Wonka (no había nada más qué ver para mi gusto). Pensé que se trataría de una aburrida y predecible comedia sobre emprendedores de chocolate; por el contrario, salí bastante sorprendido. Los dilemas morales siguen siendo de especial atracción para los escritores y directores de cine.
La película está basada en el libro del británico Roald Dahl (Charlie y la Fábrica de Chocolate) y su director, Paul King, hace una propuesta explícita y desafiante de los retos y desafíos morales de nuestra actual sociedad. Ya los villanos no son brujas o reinas. Se trata de un grupo de distinguidos y elegantes empresarios quienes tiene constituido un cártel de chocolates, similar al que ha existido en Colombia para el papel higiénico y los cuadernos; la Policía se beneficia económicamente del control y persecución a los inocentes y novatos emprendedores (Willy Wonka) y un sacerdote, con su séquito de monjes chocoadictos, utiliza el templo como fachada donde el confesionario es la puerta de entrada para los criminales luego de manipular una cruz que permite acceder a las reservas de chocolate.
La cinta está llena de escenas en las que se destacan la codicia, la envidia e incluso mecanismos muy recurrentes en la historia de la humanidad como el desplazamiento, la desaparición física, el soborno, la esclavitud laboral y el trabajo infantil. Muchos mensajes quedan de la película, por ejemplo, que hacer lo moralmente correcto es bastante dificultoso, dada la existencia de escenarios de corrupción y de ilegalidad: “Todo lo bueno en este mundo comenzó con un sueño, así que conserva el tuyo”. El director Paul King prestó mucha atención a la conducta despreciativa que uno de los empresarios y el sacerdote tienen hacia los pobres. Ese punto me condujo necesariamente a la obra de Adela Cortina (Aporofobia, el rechazo al pobre, 2017) quien manifiesta que todos los seres humanos son aporófobos, salvo que tomemos en serio el respeto a la dignidad de las personas y la compasión, entendida como la capacidad de percibir el sufrimiento de otros y de comprometerse a evitarlo.
El cine, el teatro y la literatura necesitan un adecuado acompañamiento de los padres de familia y de los profesores, con el fin de que todo no quede en un escueto y pasajero momento de crispetas, risas y diversión. En la búsqueda del secreto de la calidad de sus chocolates, Willy Wonka descubre que la fórmula era el legado de su madre según el cual, más importante que tener chocolates es aprender a compartirlos. Si bien los pobres, discriminados y excluidos, no tienen un poder económico que les permita influir eficazmente en los gobiernos, si cuentan con la creatividad de poder hacer cosas mucho más impactantes y desafiantes, según se muestran en la película y que suelen ser sorpresivas para los detentadores del poder. No se quede en casa viendo televisión. Vaya al cine, por lo menos allí no tiene el control.