Ingresando a Manizales, por la avenida Centenario, se encuentra una gigantesca puerta metálica que dice: “Manizales la ciudad de las puertas abiertas”. Al finalizar dicho trayecto, en el sector que aún permanece resguardado en nuestra memoria como “La Pichinga”, aparece otro gran aviso que dice: “Welcome to Manizales”. No dudo que dichos mensajes urbanos reflejan una ciudad que es amable con sus visitantes. Con la presencia el pasado jueves 9 de mayo del presidente, Gustavo Petro, a la ciudad es lógico pensar que dichos mensajes también serían para él y su equipo de Gobierno; no podría pensar lo contrario.
“A lo que no puedes evitar, dale la bienvenida”, es la frase que extraje del libro escrito en español e inglés por el distinguido columnista, corrector de los columnistas de La Patria, don Efraím Osorio López, (Dichos, refranes y adagios de la lengua castellana) y quien explica que aun las cosas que puedan desagradar a muchos, deben acogerse con buena voluntad. En días pasados, el presidente de la República escribió un mensaje en la red social X que despertó malestar en muchas personas y en el cual se refería a Manizales como una ciudad de ideas fascistas.
La comprensión ideológica de dicha expresión se suma a las incontables caracterizaciones y manifestaciones de las incontinencias verbales que a través de la historia se han dado entre los contradictores políticos que han representado la izquierda y la derecha o entre “filocomunistas” y “filofascistas”, como también se les conoció después de la guerra de los mil días. El uso de adjetivos es abundante en la política, y la elegancia en el hablar no ha sido una característica preponderante de los mandatarios.
En diciembre de 2007 el expresidente Uribe reprendió a uno de sus funcionarios diciéndole: “si lo veo, le voy a dar en la cara marica”. A sus seguidores les pareció que estaba bien. Decir que Uribe o Petro han sido los mejores o los peores presidentes de Colombia, son, en ambos casos, expresiones falaces. Quien lo menciona está implícitamente sugiriendo que conoce a todos los presidentes del país, un conocimiento que es poco común entre las personas.
El Petro que vi en la transmisión del “Gobierno en los barrios populares” llevado a cabo en San Sebastián, encarnaba al típico jefe de gobierno, hablando de problemas y soluciones, exigiendo resultados a sus ministros y viceministros, incluso con tono regañón. Fue sin duda estratégico, pragmático y mermado en posiciones ideológicas. El alcalde Rojas y el gobernador Gutiérrez hablaron en clave de planes de desarrollo, como debe ser. Considero, como dice el adagio popular que hay que “coger cortico” al presidente, quien se comprometió pública y expresamente con: la construcción de vivienda de interés social en los terrenos ofrecidos por el alcalde; la inversión y preservación de la Plaza de Mercado, encargando a Gustavo Bolívar para dicho propósito; la infraestructura educativa y el fomento prioritario a la universidad pública en la región, como la sede de la Universidad de Caldas en Anserma y la apertura de la primera Facultad de Inteligencia Artificial en Colombia.
Y frente al Aeropuerto de Palestina, ofreció permuta del predio de La Nubia para un campus universitario a cambio de su voluntad de inversión y finalmente, el interés real en la generación de energía geotérmica aprovechando nuestro entorno volcánico, propósito que comparte con la Chec. Manizales es una ciudad amable, pero dicha virtud debe verse reflejada en una tolerancia política que permita la armonización de los gobiernos en la solución de los problemas actuales del territorio y de la región que son inaplazables.