Estimado Juan José
Como inesperados calificaron algunos los resultados que se dieron en la Cámara de Representantes el día de la votación citada por esa corporación para aprobar o archivar un  proyecto de ley presentado por Juan Carlos Lozada que pretendía prohibir los espectáculos taurinos de toda índole; personaje este Lozada de ingrata recordación para muchos colombianos, en especial para los congresistas que representan la costa norte colombiana y para los taurinos, los primeros por la desobligante propuesta pública que el prohibicionista hiciese al  invitar al país a no votar por “costeños” y los segundos por sus obsesivas y seviciosas pretensiones de acabar, en Colombia, con la fiesta taurina en todas sus manifestaciones.
Duro entonces resultó el golpe que recibieron tanto Lozada como quienes esperaban derrotar en forma aplastante a los taurinos cuando se enteraron que la  mayoría en la Cámara de representantes había votado por archivar el proyecto de ley arriba citado, resultado este que a la postre se constituyó en una defensa, en un espaldarazo a esta tradición cultural, los Toros, que desde la época de la Conquista vienen presentándose en el territorio nacional.
Y las razones por las cuales no prosperó el proyecto prohibicionista son simples y sencillas. Resulta que a través del tiempo los taurinos nunca habían reaccionado contra los constantes ataques que se les hacían desde el Congreso de la República, quizá por descuido, por abulia o por errado convencimiento que “La fiesta se defendía sola”; y a su vez los ataques siempre venían de los mismos congresistas que mantienen una enfermiza obsesión y una perversa persecución contra la raza del Toro de casta y contra todo lo que de ella se derive, bien sea su crianza, la corrida, la fiesta brava como tal, sus actores y en general “todo lo que huela a Toro”.
Esta circunstancia llevó a que la mayoría de miembros del Congreso de la República, tanto senadores como representantes, no hubiesen recibido nunca una información seria y veraz de lo que era la esencia, el fondo, la realidad de la fiesta taurina, ni habían sido ilustrados acerca de la importancia que esta tenía, principalmente en las regiones, para muchos colombianos que aparte de considerarla como un espectáculo propio, que hace parte de sus raíces culturales, les resultaba grato como tema recreativo. La precaria información que a los congresistas había llegado procedía de labios de los fanáticos antitaurinos quienes no solo a su vez también desconocen absoluta y totalmente tanto lo que es la fiesta taurina en Colombia cómo lo que representa para los ciudadanos del común. La información que estos personajes transmitían se compendiaba en malévolas fábulas que plagadas de situaciones mentirosas hacían ver a la corrida y demás manifestaciones taurómacas como “obra del demonio”, cuando en realidad ellas lo que hacen es permitir que se dé rienda suelta a la creatividad, a la efusión de los buenos sentimientos, al culto a la belleza y al fortalecimiento de los valores que los hombres deben tener, para poder ser llamados gentes de bien.
En esta oportunidad los taurinos reaccionaron e iniciaron una interesante campaña para ilustrar a los legisladores sobre todas y cada una de las realidades que se benefician gracias a la tauromaquia en Colombia, vale decir asuntos de tipo económico, tanto formal como informal, sociales, turísticos, políticos, culturales, de defensa de las tradiciones y formadores de carácter, etc. etc. No fue muy complejo que los legisladores vieran y entendieran no solo la realidad de la Fiesta colombiana sino la forma en que los habían venido desorientando para buscar resultados que lo único que iban a lograr era perjudicar gravemente a un colectivo social cuya pasión, afición y sueños están afincados en que la fiesta brava se conserve como tradición cultural colombiana y en que la libertad de una minoría se respete. Y como hoy se habla de inclusión, para que esta oferta no quedara en retórica, la Cámara la honró y enterró el proyecto prohibicionista. Recibe un abrazo de tu amigo. El Fraile.
Añadido. El haberle puesto IVA solo a las boletas de toros y a ningún otro espectáculo con animales resulta persecutorio y discriminatorio para con la tauromaquia, al punto que no le dará mucho trabajo a la Corte Constitucional declarar esa norma inexequible.