Estimado Juan José.
Como ya se ha vuelto costumbre en este país del Sagrado Corazón, nuevamente tenemos en el Congreso de la República un proyecto de ley que pretende cercenar las libertades de un conglomerado social colombiano, concretamente el taurino. Como en todos los intentos anteriores, quienes han promulgado proyectos de ley prohibicionistas son legos en varias materias básicas para emprender este tipo de empeños, entre ellas algunas principales, como por ejemplo la tauromaquia (casi nada) o la mecánica legislativa en este caso concreto.
Como verás mi querido Juan José, he preferido llamar legos a estos “padres o ¿madres? de la Paria” quienes permanentemente han fallado en su intento de arruinar un importante sector de la sociedad, creador de riqueza y sana diversión, término este que de acuerdo a la definición del diccionario de la RAE quiere decir: “alguien falto de instrucción, ciencia o conocimientos” que reconocerlos con el adjetivo de ignorantes, profanos, incultos o iletrados, todos sinónimos que aun cuando significan lo mismo suenan a veces demasiado agresivos y esa no es la idea. De lo que se trata es solo de desenmascarar la verdad.
Generalmente todos y cada uno de los proyectos de ley prohibicionistas han sido derrotados antes de llegar a convertirse en ley de la República dado que en sus textos se devela que más que beneficios lo que acarrearían sería perjuicios, tanto para la comunidad como para el Estado y esto lo han entendido los muchos otros congresistas cuyas condiciones intelectuales y académicas honran la condición de legislador del Congreso de Colombia.
En esta oportunidad el cerebro de la violación de varios derechos fundamentales del sector taurino de nuestra sociedad es el de una representante a la Cámara de nombre Esmeralda Hernández, absolutamente desconocedora, no solo de lo que la tauromaquia es y representa para la sociedad colombiana como parte de su libertad, de su identidad y de sus raíces históricas, étnicas y culturales, sino de la mecánica legislativa y de los requisitos que de fondo y forma debe poseer un proyecto que pretenda convertirse y prosperar como ley de la República y no caer ante el menor “soplido jurídico” por defectos de inconstitucionalidad o por vicios de procedimiento en su formación, que entre otras es lo que va a suceder si el proyecto llega a convertirse en ley de la República.
Un proyecto de ley que no menciona el modelo de atención, el financiamiento y la administración de los recursos que deben provenir del Ministerio de Hacienda, que es en última instancia el que debe fondear el proyecto, no se le ve en verdad mucho futuro. Este punto es fundamental, dado que la poco realista “reubicación” o “reacomodación” de todos y cada uno de los actores, racionales e irracionales, de la Fiesta en Colombia deberá hacerse con dinero oficial que el Ministerio debió haber provisionado previamente, algo que hasta el momento no ha sucedido y que no sucederá, pues este Gobierno no tiene dinero destinado para este tipo de locas tareas sino más bien para dar limosna a los vagos que no quieren trabajar y que muestran su falta de dignidad recibiendo las migajas que el Estado, a cambio de su libertad, les ofrece. Exonero de este grupo a aquellas personas que realmente necesitan la ayuda del Estado por su condición social, mental, laboral, de edad y obviamente económica.
Este es solo uno de los asuntos por los cuales peca el proyecto que con seguridad lo llevará al fracaso. Los demás, que son bastantes, se esgrimirán en el lugar y momento oportunos. Recibe un abrazo de tu amigo. El Fraile.
Añadido: A juicio de muchos colombianos, el señor Vargas, que como decía Carlos Lleras de la Fuente, es un Vargas que siempre quiso ser un Lleras, está jugando con fuego en el tema de la Constituyente. La farolería no es la mejor consejera de un político responsable.