El Defensor del pueblo, señor Carlos Camargo Assis, en su artículo sobre la descabellada propuesta de este Gobierno de financiar a los criminales del ELN si dejan de secuestrar, escribe: “Quienes pagamos impuestos, bajo ninguna premisa y circunstancia, no tenemos que financiarlas” (El Tiempo, 7/1/2024). En esta oración, el adverbio de negación ‘no’ desvirtúa por completo el sentido negativo de la expresión ‘bajo ninguna circunstancia’, por lo que, con él, manifiesta lo contrario de lo que pretendía, a saber, que “bajo ninguna circunstancia (de ninguna manera, por ningún motivo) tenemos que financiarlas”. Aquí se aplica el principio que enseña que ‘dos negaciones se destruyen y equivalen a una afirmación’. Dice también: “...la deleznable práctica del secuestro...”. ¿Por qué personas que considero cultas confunden ‘deleznable’ con ‘detestable’? ¡Averígüelo Vargas! Los sinónimos de ‘deleznable’ son ‘escurridizo, resbaladizo; delicado, frágil, inconsistente, quebradizo, disgregable’. Pero no ‘detestable’, ni ‘aborrecible’, ni ‘horroroso’... 
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‘Índole’ (del latín ‘indoles-is’ -‘genio, carácter, natural, índole; cualidad, calidad’) pertenece, como en latín, al género femenino, por lo que el adjetivo que la califica debe concordar con ella en ese género. No obstante esto, el columnista Augusto Morales escribió: “...a pesar de las implicaciones jurídicas que de ello se pueden derivar, incluidas las de índole disciplinario y penal...” (LA PATRIA, 10/1/2024). “...incluidas las de índole disciplinaria...”, castizamente. 
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Cita: “Ecuador se encuentra hoy envuelto en un espiral de violencia...” (LA PATRIA, Juan Álvaro Montoya, 11/1/2024). “...en una espiral de violencia”, porque, aunque para el diccionario de María Moliner ‘espiral’ es masculino cuando significa “línea curva desarrollada en un plano del cual se aleja gradualmente, de modo que no llega a cerrarse”, para El Diccionario es femenino con esta acepción y con la de “proceso que avanza rápidamente y de forma incontrolada”, verbigracia ‘una espiral de violencia’. El Diccionario panhispánico de dudas anota: “Aunque ocasionalmente se ve usada en masculino, es voz femenina en el uso culto mayoritario de todo el ámbito hispánico”. Estamos, pues, informados. 
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El verbo ‘subyacer’ (del latín ‘subjacere’ -‘estar acostado, echado, situado, colocado debajo de’), por su acepción de “estar debajo de algo, a veces oculto, en sentido material o no material”, indica siempre ‘lugar’, por lo que su complemento debe ser introducido por la preposición ‘en’. Desacatando esta norma, el columnista Sebastián Galvis Arcila escribió: “...hay algo más allá, un horizonte por descubrir, una realidad que subyace a la realidad física...” (LA PATRIA, 12/1/2024). “...una realidad que subyace en la realidad física”, es decir, que ‘está debajo de la realidad física’... lo que esto signifique. ¿O escogió mal el verbo? ¡Ni idea! 
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Hay tildes que son opcionales, como las de los pronombres demostrativos ‘éste, ése’ y ‘aquél’ y la del adverbio de modo ‘sólo’ (solamente). Pero hay otras que son obligatorias, pues su eliminación les cambia de todo en todo el significado a las palabras que deben llevarla. Es el caso de la tercera persona del singular del pretérito de indicativo de algunos verbos, por ejemplo, ‘cantó’, que, sin ella, se convierte en la primera persona del singular del presente de indicativo, ‘yo canto’, o en su sustantivo, ‘el canto’. En su columna para LA PATRIA (12/1/2024), la primera, si la memoria no me traiciona, el señor José Henríquez empleó cuatro veces esa inflexión verbal, todas, sin la tilde: ‘impulso, legalizo (dos veces), logro’, cambiándoles así el tiempo verbal, pues debió escribir ‘impulsó, legalizó, logró’. Escribió también “adicción grave o critica”, frase en la que la falta de la tilde en el adjetivo ‘crítica’ lo hace una inflexión verbal, ‘él critica’. Éstos, los errores puntualizados. En general, es mucho lo que hay que enmendar en este artículo: signos de puntuación mal colocados y gazapos como  “univoco”, “educción”, “...a treves de los medios de comunicación”, “cuasas y consecuencias”, “emprendedurismo”, etc. Para evitar todo esto, el autor debe corregir y corregir y corregir, o, si es del caso, asesorarse. No hay de otra.