Como dicen los paisanos, el veterano y buen columnista de El Tiempo Pedro Medellín Torres anocheció ‘bueno y sano’ y amaneció apestado por el lenguaje incluyente. Prueba de ello, este párrafo de su columna del Día de los Inocentes (2023): “No sólo lo decía para sobrellevar la molestia que le causaba la irresoluble mediocridad de uno (a) que otro (a) de los altísimos (as) funcionarios (as) públicos (as) con los que ocasionalmente interactuaba”. ¡Uf! ¿Cómo diantres se lee esto en voz alta? Y ¡qué tal que columnistas y escritores en general escribieran de la misma forma! La lectura dejaría de ser placentera para convertirse en tortura. Y digo que esto le sucedió de la noche a la mañana, porque, que yo recuerde, él nunca antes había escrito de manera tan absurda, manera que trató de conservar en todo el artículo. ‘Trató’, porque, como este inútil lenguaje es ‘traicionero’, fue incapaz de sostenerlo, por ejemplo, en la última frase del párrafo transcrito olvidó escribir ‘con los (as)...’. Y en el resto de la columna, entre muchas otras muestras del detestable lenguaje, encontré frases escritas como Dios manda y el buen castellano lo exige: “...de los mejores y más capacitados (que hay muchos)...”, “...que no logra que los mejores...”, “Los nuevos son personas...”, “Están convencidos de que sin los baquianos...”. “...por parte de amigos y familiares...”, frases que demuestran que el ‘lenguaje incluyente’ es, además de ‘inútil’ y ‘traicionero’, ‘nocivo’ y ‘farragoso’. 
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El verbo ‘esperar’ (del latín ‘sperare’ -‘tener esperanza, confiar, esperar’) es transitivo, razón por la cual, y como lo he anotado muchas veces, su complemento directo se construye sin preposición alguna, verbigracia, ‘esperamos como niños la Navidad’. No obstante, y quizás por la influencia del inglés (‘to wait for’ -‘esperar’), muchos introducen el complemento con la preposición ‘por’, por ejemplo, en este titular de LA PATRIA: “Plaza Alfonso López Pumarejo espera por su cóndor” (Movida, 28/12/2023). Castizamente, “...espera su cóndor”. 
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En castellano, el oficio de las preposiciones es introducir los complementos del verbo de la oración gramatical, no modificar adverbios. Es, por esto, incorrecta la locución ‘entre más’, más común de lo aceptable. Un ejemplo, nada más: “Entre más cambios se vea obligado a hacer un alcalde, menos continuidad de los procesos logrará” (LA PATRIA, editorial, 29/12/2023). Correctamente, porque ‘más’ es adverbio, así: “Mientras más cambios...”.  O con ‘cuanto’, pero como al adverbio le sigue un sustantivo, ‘cuanto’ debe concordar con él en género y número, de esta manera: “Cuantos más cambios...”. El Diccionario panhispánico de dudas (2005) anota: “Con la excepción de México y el área centroamericana, donde es normal entre hablantes de todos los niveles, la norma culta general rechaza el uso de ‘entre más’ p
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Cuan-cuán. Del primero enseña el diccionario de M. Moliner: “Adv. Con valor comparativo, equivaliendo a «tan... como» o «todo lo... que», se usa en la expresión «cuan largo»: ‘Estaba tendido cuan largo es’”. El segundo, con tilde, es un adverbio exclamativo que sirve para ponderar una cualidad, buena o mala, de las personas o cosas, por ejemplo, ‘no calculó cuán grande fue su disparate’. Norma que debió aplicar el autor de Oasis en la siguiente oración: “La gratitud nos lleva a mirar lo positivo y nos ayuda a reconocer cuan privilegiados somos” (LA PATRIA, 31/12/2023). “...reconocer cuán privilegiados somos”, así, es decir, ‘qué tan privilegiados somos’. En la misma sección escribió: “Se agradecido” y “Se compasivo”. En estos dos consejos, ‘sé’ lleva tilde, porque es la segunda persona del singular del imperativo del verbo ‘ser’. Lleva también tilde cuando es la primera persona del singular del verbo ‘saber’, verbigracia, ‘sé que no sé’. No lleva tilde cuando es el pronombre personal de tercera persona (acusativo o dativo -‘se peinó’, ‘se lo dijo’) o es parte de los verbos exclusivamente pronominales (‘se suicidó’). Elemental.