Son tiempos para olvidar en Manizales. A los responsables de lo malo podemos ponerle nombre otra vez y otra vez, pero en esta columna esos nombres ya son muletillas. Basta decir que al final, si este desastre se hereda de gobierno a gobierno, de alcalde a alcalde, es porque algo anda muy mal en el fondo. Sin embargo, algo resiste silencioso en los barrios de la ciudad, una muestra de lo que marcha bien pero pocos ven en la dimensión que debería verse.
Admiro a quienes dicen que en Manizales hubo algún gobierno bueno en los últimos 16 años. Les sobra el optimismo y el rasero sencillo. La generalidad ha sido la desinstitucionalización, la preparación de carreras políticas, y el favoritismo y clientelismo.
Si hay que rescatar cosas de la ciudad, pueden ser las que salen de los barrios. Proyectos, con idea de futuro, con objetivos, con estructura y con la permanencia en el tiempo largo que requieren las transformaciones. Justo lo que los políticos más desconocen, porque no va en sus ritmos ni favores inmediatos.
En la vereda Mateguadua, en la vía a Neira, la comunidad levantó la Casa Manantial. Un espacio comunal creado con una innovación de construcción, denominada arquitectura participativa. Con la guianza de la Fundación Ideamos Conciencia Participativa, acaban de crear un modelo de conversación, a partir de la técnica pop up (la que usan lo libros infantiles para darle relieve a sus páginas), para que planeen el espacio que habitan a partir de sus temores y esperanzas.
En la comuna 5 de la ciudad surgió la innovación turística del Tour de la 5. Una apuesta de emprendimiento social y empleabilidad para jóvenes miembros de las barras de fútbol. Al tour de grafitis por el barrio Solferinos, le suman un recorrido ecológico por Monteleón y una experiencia gastronómica de alimentos tradicionales en extinción.
Está también la innovación digital de Guardianes de la Vida. Un grupo de mujeres que le apuestan a la prevención del suicidio a través de las redes sociales. Usan la tecnología en la formación de actores estratégicos en los barrios y las familias, en lo que ellos llaman primeros auxilios psicológicos a partir de una atención social que complementa la atención en salud.
Hay innovaciones de agricultura urbana con las que hoy reinventan la gestión de residuos del barrio Bajo Andes. Con el liderazgo de la Fundación Cultura Viva, se tomaron los puntos críticos en el espacio público que eran usados para dejar escombros y bolsas de residuos. Con creaciones con neumáticos, artefactos de madera, mejoraron la calidad de su entorno a partir de las plantas.
Cultura Viva es una hija de la Fundación Conmutativa Huertas Urbanas, del barrio San José. Esta, más conocida, con innovaciones de agricultura urbana se tomó el espacio público que fue deteriorado por el macrodesastre de vivienda. En un lote abandonado del proyecto, que llamaron Parque Urbitante, sembraron, construyeron mobiliario urbano y crearon una escuela de educación popular. Se reparan a sí mismos.
Esta cinco experiencias, que nacieron en sus propios contextos, con sus saberes, pueden entenderse como “innovaciones de base” (grassroot innovations). Según la Escuela de Política Pública de la London School of Economics, se tratan de soluciones autóctonas, creadas por la sociedad, apoyadas con recursos muy limitados y que buscan solucionar, con creatividad de abajo hacia arriba, situaciones locales. 
Dicen, además, que surgen informales, por fuera de los mercados, y lejos muy lejos de cualquier política de innovación dominante. En lugar de crear para la sola búsqueda de rentas empresariales, las innovaciones de base destacan el proceso de movilización de la creatividad. Con ellas, la comunidad se integra y comparte ideas y conocimientos para su necesidad. Lo que debería ser la base de cualquier política pública de ciudad, ¿no?. Por eso las están potenciando con recursos al ser referentes de desarrollo y buen vivir urbano a nivel mundial.
Durante el 2022, acompañamos estas innovaciones desde el Laboratorio Ciudadano de la Vicerrectoría de Proyección de la Universidad de Caldas, en alianza con el PNUD y el Laboratorio de Innovación de la Alcaldía de Manizales. Ya estaban desde antes y seguirán después. La pena es que no les demos lugar en la agenda pública, como ideas dignas de aceleración e inversión pública y privada. Pero Manizales está en otro cuento público, en el que creemos que nos salvamos cambiando este alcalde terrible (este sí) y listo. El barrio ya sabe que por ahí no es suficiente.