El ministro Mauricio Lizcano es un hombre que une continentes. Es el puente que junta lo que le toque, con tal de no ir a perder. Es hoy un petrista de quilates, después de haber sido santista y uribista. Se da el lujo de haber tenido como padrino de matrimonio a Álvaro Uribe y después pasar a ser el hombre de confianza de Gustavo Petro —aunque duró poco ahí, como duran poco los que creen lograr la confianza del presidente—.
Esta condición, ístmica, algunos la han leído como una virtud, porque con ella siempre logra caer parado en el poder. En mi opinión, solo ha seguido un libreto muy caldense en el que hay que ser candidato a lo que sea, apoyar al que vaya a ganar y, si toca, repartir por mitades con el contrario.
En Manizales ha logrado saltar de un lado al otro. Para la alcaldía fue capaz de irse a empujar el bus recién aparecido del verde Carlos Mario Marín. Incluso, puso a su bancada de concejales, de La U, a blindar su pésima gestión, empezando en el Plan de Desarrollo y terminando por la aprobación de deuda y deuda para obras públicas inconclusas. En Caldas terminó consolidando una convergencia hasta con los sectores de izquierda del departamento, por defenderle el legado a un Guido Echeverri que fue siempre garantía para que varios sectores jueguen.
Todo fue con el argumento de vencer al partido Liberal de Mario Castaño, aliado en ese entonces con el Centro Democrático de Adriana Gutiérrez, inventora y mentora de Lizcano. ¿Lo recuerdan? En un video que compartió por redes en febrero de 2019, año electoral, el hoy ministro afirmó: “Le dije [a Adriana Gutiérrez] que yo sí tengo un límite en la política, y ese límite era que ni con el doctor Mario Castaño, ni con lo que él representa, yo me iba a unir”. También dijo: “Aves del mismo plumaje vuelan juntas”
La aves del mismo plumaje vuelan juntas, sobre todo si saben cambiarse de plumas. Lo aprendimos bien de las épocas de mitad de siglo pasado, en el que liberales y conservadores se turnaban el poder en Manizales mientras los municipios ardían. Lo repasamos bien con el barco-yepismo. Lo llamamos ser “pragmático”, pero sabemos que tiene mucho de eufemismo.
En realidad es un modelo viejo de gamonalismo, sin ninguna novedad. El pensador Fernando Guillén lo explicó: la política gamonal no es más que un tire y afloje entre luchar con el otro por un tiempo y aliarse después. La lucha, sobre todo si es solo en discursos, ayuda a afianzar lealtades y a delimitar las clientelas. La alianza, por su parte, abre paso a una política acordada entre esos sectores de clientelas definidas, en defensa de intereses comunes. En el eufemismo dirán que aliarse no tiene nada de malo. Algunos diremos lo contrario si esos intereses comunes son la apropiación y repartición de un botín público que debería ir para la gente.
En Caldas no hay nada que impulse tanto la alianza entre políticos diferentes como su comunión con el mismo poder nacional. Es decir, en Bogotá, en la antesala con el presidente –el que sea—, las facciones de Caldas se sientan juntas y, con el tiempo, pactan.
El ministro Lizcano ya empieza a abrirle puertas a distintos partidos con los movimiento en su cartera. ¿Entrarán actores de Caldas? En la Presidencia fortaleció su movimiento regional. Incluso la hermana de su precandidato a la Gobernación Manuel Orlando Correa salió con nombramiento, como lo mostró Cuestión Pública. Las renuncias en el gabinete departamental huelen a su margen de maniobra para la alianza que viene, como lo contó La Patria.
Habría con quién acordar. Hasta podría acercar al representante Octavio Cardona, fórmula del corrupto Mario Castaño. Es ahora uno de los liberales disidentes que se han opuesto al César Gaviria para abrirle puertas a las reformas del presidente Petro. ¿Por qué? ¿Habrá alguna alianza en ciernes con el Pacto Histórico, que en Caldas es Lizcano o Carlos Mario Marín? ¿Le preocupará lo que defina el presidente con el nuevo fiscal general en medio del caso de Las Marionetas?
Todo está listo. La excusa está clara: nos dirán que van a salvarnos, otra vez, pero ya no de Castaño sino de Carlos Mario. Y así, la alianza para las próximas elecciones puede ser cualquiera, siempre que se reparta bien. Servido en la mesa está el istmo de Lizcano y las plumas para maquillarse.