El “enmigobiernismo” es un síndrome del político reelecto. Uno que nace del “en mi gobierno hicimos…”. Muy a tono con el “yo fui el primero”, “lo hicimos antes”. Justo el que puede sufrir el próximo alcalde de Manizales Jorge Eduardo Rojas. Después de esa victoria aplastante del 29 de octubre, puede creer que la ciudad quiere que repita lo que ya hizo como alcalde la primera vez o que intente de nuevo lo que no pudo hacer.
Es momento de empalmes y de pensar que el “enmigobiernismo” tiene dos antídotos, quizás entre otros tantos.
Primero, reconocer la diferencia de contextos. Si Rojas y su equipo compara los momentos de 2011 y de 2023, es posible que crea que recibir en medio de las crisis de Juan Manuel Llano y de Carlos Mario Marín sea muy parecido. Sin embargo, si logra revisar con autocrítica, encontrará que las crisis se parecen solo si ignora que la ciudad no es la misma. Han pasado más de diez años en los que Manizales ha cambiado. 
Hoy la ciudad tiene una sociedad civil más diversa, donde proliferan organizaciones sociales y comunales, con capacidad de incidir, y con redes nacionales e internacionales. Tambien un tejido empresarial más robusto, pero también heterogéneo y atomizado, y una academia con mucha más voz y menos ausente en los asuntos de ciudad. 
Existe hoy una opinión pública que dejó de entregarse a los buenos indicadores de empleo, competitividad o calidad de vida. En los que nos suele ir bien a pesar de nuestros gobernantes —sino que lo diga el alcalde Carlos Mario, que anda en ronda nacional de medios a punta de esas cifras—. Esa sociedad civil descubrió que eso no es suficiente y ha comenzado a hacer valer su percepción, su desconfianza y sobre todo las certezas de algunos males que todavía ni se miden. A esa opinión ya no se le podrá endulzar con el eslogan del “mejor vividero” basado en cifras.
También se encontrará con un periodismo y una veeduría con más nivel de independencia, con más acceso a datos públicos y con canales, como las redes sociales, con más alcance e inmediatez. También más proclive a los engaños y a las noticias falsas. En resumen, una sociedad civil que pregunta e incomoda al gobernante que sea, con menos confianza en el político y con más urgencia de instituciones.
El segundo antídoto contra el “enmigobiernismo” es reconocer el cambio institucional. Si la Urna de Cristal fue la revelación en lucha contra la corrupción hace más de diez años, pues ya no parece que una caja o una oficina de vidrio para meter carpetas sea eficiente. La política pública nacional está pidiendo más digitalización de trámites, y el Secop II obliga a que todo el proceso contractual sea virtual y sin papel. El reto está en si tenemos las instituciones preparadas para formar esas nuevas competencias y habilidades.
Si sacar el gobierno a la calle fue lo que más recordación tuvo hace más de diez años, hoy no parece novedoso. Además, los últimos alcaldes han implementado eso de salir a la calle de manera exagerada y sobreactuada. Según el Conpes 4070 del 2021 de Planeación Nacional, sobre “Estado abierto” (https://t.ly/PEczu), los espacios de rendición de cuentas y de participación ciudadana deben estar ahora impulsados por métodos de innovación pública y social, con calidad en el diálogo y construcción conjunta de soluciones. No basta con hacer un evento bonito afuera y ya.
El alcalde nuevo se encontrará con una Secretaría de las Mujeres, con política pública de género (https://t.ly/ZniLX); con una Secretaría de Agricultura, con política pública de agricultura urbana. Finalmente con una Secretaría de Movilidad —que ya no es la vieja “de Tránsito”—, con nuevos retos de gestión debido al parque automotor que se ha mulitplicado desde 2015 y a la siniestralidad vial y el parqueo en espacio público por las nubes. Las soluciones no parecen ser ni los puentes ni la velocidad, como estábamos acostumbrados.
Quizás lo más difícil es que se encontrará con un Plan de Ordenamiento Territorial nuevo. Con sus avances y sus problemas. Abrir su revisión en 2024 no será lo mismo que hacerlo en 2012. Eso ya no sucede en secreto. Su última discusión nos dejó divisiones, marchas, acciones judiciales y la campaña política que eligió al alcalde saliente. El “enmigobiernismo”, sin antídotos, se vuelve una trampa.