En días pasados recibí de manos de los exalcaldes de Marquetalia Hugo Hernán González y Luis Alberto Giraldo el borrador del proyecto de ley, sin número, por medio del cual la Nación se asocia a la conmemoración del centenario del municipio de Marquetalia (Caldas), se rinde homenaje a sus habitantes y se dictan otras disposiciones, que será impulsado en el Congreso por los senadores caldenses Humberto de la Calle Lombana, Guido Echeverri Piedrahíta y Germán Alcides Blanco.
En dicho proyecto, en su artículo segundo, se pretende reconocer a Marquetalia como “Villa del Sol del Oriente Caldense”. El origen de este apelativo fue algo arbitrario y caprichoso, quizás pensando aquel dirigente local que lo impuso que con eso haría más turística a la localidad y reclamaría una mayor presencia de visitantes a la luz de un sol de relumbrón que es más escaso que en otras regiones de esa zona del país o de las costas.
Considero que no es pertinente exaltarla con ese apelativo, dado que no se corresponde con la realidad geográfica, histórica, cultural y sociológica del municipio y no tiene una tradición asentada y tampoco un consenso suficientemente amplio. Si algo distingue a Marquetalia es la feracidad de sus montañas, su cromatismo, su pluviosidad (“Llueve sobre Marquetalia. Llueve”, dice un conocido poema sobre el lugar). Pero también es su multiculturalidad, ese crisol de razas que componen su base poblacional desde su etapa fundacional y el haber sido siempre cruce de caminos, así como la tenacidad y la laboriosidad de sus gentes.
Y, sobre todo, y a pesar de todo, el ser una población con vocación pacifista (“Entra, esta es mi casa, / bebe de mi agua/ y reposa para siempre de la huida.”, como canta el poeta del desarraigo en su conocido Desplazados del Paraíso) y capaz de perdonar, ejemplificado en ese inolvidable Banquete del Perdón que se hizo meses después de la masacre de La Italia, sucedida en agosto de 1963 (Fue al alba,/ al borde del camino,/ como en un sueño podrido de serpiente/mordiéndose la cola envenenada), en el que el presbítero José Domínguez compuso y leyó una pieza admirable de exaltación de la paz.
Marquetalia es un lugar donde se fraguan, interactúan y se unen diferentes ideas, pensamientos, personas, nacionalidades y culturas dando lugar a una síntesis sincrética de ellas. Por eso debiera llamarse, más bien, “Crisol del Oriente” y, por aquello del pacifismo mencionado, “Territorio de Paz”, o con cualquier otro apelativo afín. Antes que cafetera y agrícola, Marquetalia fue minera; su vertiginoso desarrollo de hace un siglo se debió fundamentalmente a sus aluviones auríferos que la enriquecieron e hicieron progresar de aldehuela a corregimiento y de aquí a municipio. Eso debiera reconocerse en este decreto, sin desconocer claro está, sus aportes al desarrollo económico regional con productos como el café, el aguacate, la caña de azúcar y otros productos de pancoger.
Se postula la relevancia de los aportes culturales de Marquetalia a la región y al país. No son tantos como fuera lo deseable y estos se han dado casi que exclusivamente en los campos de la literatura y de la música con contados nombres de alcance nacional e internacional como los de Alfredo Martínez Orozco y Eduardo García Aguilar en el primero; y de Ramón Cardona García en la música culta o de José Aguirre, Fabiola Maldonado “Paola” o los Cárdenas en música popular. Ellos son los estandartes del arte local y deben celebrarse sus obras y sus valiosos aportes a la cultura nacional.
Marquetalia no ha sido tradicionalmente un enclave turístico ni se le había prestado mayor atención al asunto; sólo en los últimos años se vienen implementando algunas estrategias para desarrollar el sector basándose en las bondades climáticas, su entorno paisajístico y su riqueza gastronómica, sector que debe estimularse para contribuir al desarrollo local, más allá de lo que convocan las festividades locales.
Hay un empeño lógico y loable en sus pobladores de que no se la confunda con aquella vereda ya inexistente de la zona de Planadas en el Tolima, pero eso requiere de tiempo y de una voz local potente que muestre desde su autoridad intelectual y su prestigio cuáles son las bondades locales diferenciadoras y que arrastre a sus gentes para que demuestren lo que más los caracteriza de verdad, a pesar de la violencia y las maledicencias, su vocación pacifista. Reconozcase entonces en ese proyecto de ley al municipio de Marquetalia como “Crisol del Oriente Caldense” o “Territorio de Paz del Oriente Caldense” o “Refugio de Paz del Oriente Caldense”, u otro que recoja mejor esa idea de pacifismo que la caracteriza, más allá de su ancestral vocación minera y su actual vocación agrícola y turística, y su producción cultural y sus aportes al desarrollo sociocultural y económico de la región y del país.