Guillermo Camargo nos llevó a su ranchería, en la que dos niños ataviados con los trajes apropiados nos interpretaron el baile de la chicha maya o yonna, que es la danza de iniciación de la pubertad de las mujeres wayús, en la cual el hombre representa el viento y la mujer la fuerza. La danza es muy vistosa y solamente se acompaña con los golpes de un tambor. También se celebra la danza para la recolección de las cosechas y otras solemnidades. El dios creador de los wayús se llama Maleiwa. Los wayús también reconocen a Juva, el dios de la lluvia, y a Pulowi, la diosa de los vientos y la sequía.
De camino para la ranchería pasamos por la encrucijada de caminos donde Francisco el Hombre venció al mismísimo diablo. Pasaba por allí Francisco tocando el acordeón, dice la leyenda, cuando oyó que alguien tocaba también el instrumento. La situación se repitió varias veces; tocaba Francisco y el otro también, hasta que al fin descubrió que era el diablo con quien entró en competencia. La competencia era pareja. Para ganarle al diablo, Francisco recitó el Padrenuestro, pero el demonio no se inmutó. Pero cuando le recitó el Credo al revés, el demonio se dio por vencido y regresó a los infiernos.
Esta es la famosa leyenda de Francisco el Hombre que venció al demonio, leyenda que da vida al folclor vallenato. En Ríohacha le han dedicado un monumento a Francisco y la tarima del famoso festival vallenato de Valledupar se llama precisamente La Tarima de Francisco el Hombre. La leyenda se ha esparcido por todos los pueblos y corregimientos de la Guajira y del Cesar y es inspiración para muchos juglares vallenatos.
Sí, pero Francisco el Hombre existió y fue un personaje de carne y hueso. Se llamaba Francisco Antonio Moscote Guerra y nació en 1850 en el corregimiento de Galán de Ríohacha. Su padre le enseñó a tocar el acordeón, y Francisco, empírico, componía canciones y era un maestro en la interpretación del instrumento. Se desplazaba por los pueblos cantando y tocando el aparato. Sus padres vivieron en Pueblo Moreno, el caserío que fue destruido por los wayús por disputas territoriales.
Francisco tuvo tres hijos: José del Carmen, Isabel y Lorenza “Lencha” Moscote que murió en 1999. Francisco había muerto el 19 de noviembre de 1953, a la edad de 103 años, o 104 si se toma el año de 1849 como el de su nacimiento. Cuando Guillermo nos dijo que nos llevaba a conocer los dos lugares de Francisco el Hombre, la encrucijada en el camino donde venció al diablo y además la tumba, se lo agradecimos profundamente.
Continuando el camino llegamos al corregimiento donde está enterrado Francisco el Hombre. En su tumba figuran las fechas de nacimiento y muerte del juglar y como adorno el mausoleo tiene un acordeón. Sobra decir y repetir que haber conocido la tumba del mítico cantante vallenato nos llenó de alegría. Por supuesto que hablar de Francisco el Hombre nos obliga a hablar de Florentino, el juglar llanero que venció también al diablo. Los unen las correspondientes leyendas, pero los separa un detalle: Francisco fue personaje de carne y hueso, mientras que Florentino es una creación literaria. Pero ambos, eso sí, son inagotable inspiración para los cantantes y compositores, de vallenatos uno, y de joropos y música llanera el otro.
Alberto Arvelo Torrealba compuso un largo poema titulado: Florentino y el Diablo, con el cual dio vida literaria al personaje. Florentino, igual que Francisco aparece en muchas canciones y poemas.