Henry Gutiérrez Ángel es el nuevo Gobernador de Caldas. Ganó, porque sacó más votos, no porque fuera el mejor candidato. Ni él, ni sus contrincantes, pueden ser considerados como medianamente capacitados para el cargo, ni llenaron expectativas. Todos adolecen del mismo defecto: su desconocimiento absoluto de lo que en realidad es Caldas y su comprobado -hasta ahora- desinterés en averiguar. Están conformes en su parcelita de conocimientos.
Gutiérrez es un apellido nefasto para la comarca, cuando los así apelados se encaramaron al primer cargo departamental, especialmente Alejandro y Pompilio. Ojalá el nuevo honre el Ángel… Aunque cuesta olvidar que ganó gracias al respaldo de un consorcio de empresas electorales, seguramente ajustadas a la ley, posiblemente desajustadas de la ética, interesadas en conservar el poder político y controlar el flujo de dineros públicos. Lo embellecieron con el lema ‘Por el Caldas que quiere la gente’. Y por gente se entiende ellos mismos, pues no consta que consultaran a los caldenses sus deseos y necesidades. Que Henry I no vaya a creer que ganó por su carismático rostro, ni por su luminosa sonrisa: en Caldas nadie lo conoce; fue elegido a ciegas.
La ventaja de semejante respaldo para el candidato podría tornarse en carga para el gobernante. Si es capaz de hacer la transición de político a mandatario, título recibido por mandato del pueblo, entenderá que debe trabajar para el departamento, no para los que le hicieron el camino. Pero siendo como es eterno habitante del edificio de la Gobernación, único mundo que parece conocer bien, habrá que acopiar optimismo.
Tal vez se le irá buena parte del periodo jugando el ajedrez de la política, moviendo fichas (funcionarios, así sean ineptos o bandidos), para dar gusto a todos, consintiendo a sus otrora colegas asambleístas, primeros en la fila de volteadas de espalda, sólo porque el antiguo compañero está dos pisos más arriba. Entretanto, a Caldas se lo llevará el diablo. Ese es el destino de las tales coaliciones. De sus terribles consecuencias sí que saben los riosuceños.
Como caldense que votó únicamente para poder expresar la decepción, sugiero al nuevo Gutiérrez que no haga empalmes: lo más que podrá su antecesor recomendarle, será la mejor marca de rodilleras y el incienso más asfixiante para quemarles a los antioqueños, así como el arte de ir clandestinamente a los pueblos a inaugurar calles que llevan un año en servicio. Nada más.
Aprenderá más si va a los municipios, percibe la variedad cultural de cada región, se deleita con sus paisajes, disfruta de todo lo que sea diferente de Manizales. Y escuche qué le dicen del departamento de Caldas que quiere la gente. Es muy distinto del que quieren sus patrones. Ah, gobierne.
***
Nicolás Restrepo Escobar: cuando casi terminaba esta columna, llegó la noticia del deceso del Director de La Patria. De inmediato, vino el recuerdo del jovencito que se sumaba al equipo de fútbol de la Redacción, cuando apenas era un estudiante. En ocasiones, él asistía con su señora madre, doña Elvira Escobar, a los almuerzos de periodistas que convocaba el director Luis José Restrepo. También, a las celebraciones del Día del Trabajo en la finca familiar de Santágueda. Desde niño, Nicolás fue cercano a la empresa que después dirigió.
Al mirar atrás, compruebo que, desde mi primera vinculación con La Patria en 1972, he visto partir a tres de sus directores: el abuelo, el hijo y el nieto. Todos admirados y apreciados; con todos agradecido, pues mucho de lo que logré ser como periodista, lo debo a ellos.
Descanse, Nicolás. Paz para su familia.