La Tercera Ley Fundamental de la Estupidez Humana indica que: “Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio”. Por ello me retracto de lo que publiqué en este espacio la semana pasada, en el que llamé “bobo” al alcalde de Manizales, Carlos Mario Marín (https://bit.ly/3WTYHEx). Lo cierto es que me quedé corto porque, a fin de cuentas, el bobo es corto de entendimiento por su ingenuidad, mientras que el estúpido lo es por necio y terco. Lo primero se cura con el tiempo y la experiencia, lo segundo es irremediable pues viene acompañado del orgullo, lo irracional y lo inflexible.
Desde su paso por el Concejo de Manizales, Carlos Mario Marín Correa dejó ver sus modos: sus intervenciones figuraban por lo escandalosas y no por el verdadero control político que realizaba. Cuando veía una oportunidad para atraer la atención de los medios no dudaba en aprovecharla; así fue como se apropió de las denuncias que se venían haciendo al proyecto Ciudadela Tierra Viva, que afectaría 4.932 hectáreas de bosque de la reserva Río Blanco. Y cómo, megáfono en mano y frente a las escaleras del Palacio de la Justicia de Manizales, se victimizó antes de tener que cumplir una condena de tres días de arresto por desacatar una acción de tutela en 2019.
Esos actos convencieron a muchos bobos de votar por él a la Alcaldía y, cuando armó su gabinete, algunos sentimos tranquilidad porque se había rodeado de gente brillante y muy capaz. La ilusión, sin embargo, duró poco. Al cabo de unas semanas ya había quejas de su tozudez y, poco a poco, se le descuadernó la administración. Unos renunciaron, a otros los sacaron o los cambiaron a cargos donde incomodaran menos. Hasta su amigo cercano, Arturo Espejo, terminó repudiándolo.
El estúpido arruinó la reputación de muchos funcionarios públicos y, en el afán de hacer su ciudad de fantasía - una que vende y promociona en redes sociales y medios nacionales, pero que no concuerda con la realidad -, acabó con Manizales. No hay vías, las obras no se ejecutan y el descontento social es generalizado. Pero como es terco y no oye, hace lo que le viene en gana. Entonces ocurre lo de Liberland.
Esta es la hora en que muchos nos preguntamos cómo se llegó a este ridículo internacional. Una simple búsqueda en Google le hubiese dado luces de que esta es una micronación de menos de 7 kilómetros cuadrados y que no está reconocida por ningún país. Que no tiene escuelas, hospitales, edificios oficiales, infraestructuras ni servicios públicos. Que ni Serbia ni Croacia se quieren encartar con ese lote (¿Qué habrá ahí? ¿Una fosa común de la Guerra de los Balcanes?). Que el consulado de Liberland está en Ibagué y no cuenta con página oficial; se promociona en Facebook con imágenes de Pereira. Que su cónsul, un estadounidense llamado Randy Thompson, estuvo involucrado en un robo a un banco en 2015. Que, a pesar de tener unos 30 años, el señor Thompson le dijo a Marín Correa que era un veterano de la Guerra de Vietnam, de la cual quedó con secuelas… una de ellas es la incapacidad de envejecer.
Marín - cegado por su terquedad y su afán de querer mostrar cifras y resultados - asumió funciones diplomáticas sin anunciarlo a la Cancillería y firmó un acuerdo que reconoce a Liberland como país, a cambio de 5 mil cupos para enseñarle inglés a los manizaleños. ¿Cómo una micronación con apenas una veintena de personas puede cumplir esto? ¿Cómo puede asegurar cirugías de labio leporino y de rodilla, como se las prometieron al alcalde de Pereira, Carlos Maya, sin tener médicos? Y lo transmitió por redes sociales, para que todo el mundo viera su estulticia. 
¿Dónde estaban sus asesores y secretarios? Siguiéndole el juego; desde septiembre sabían de Liberland y sus intenciones. ¿Dónde estaba el Concejo? Haciendo caso omiso a las estupideces del alcalde a cambio de favores. “Son alcaldadas”, dijo el concejal Víctor Cortés, como para no arrimar su rabo de paja a la candela.
A día de hoy nadie da la cara ni se hace responsable de este desaguisado. Liberland es tan ficticia como la Manizales que Carlos Mario Marín vende al resto del mundo. Tan de papel como la honorabilidad del Concejo. Mientras tanto, en la realidad, los ciudadanos nos vemos afectados, humillados y ridiculizados por la estupidez del alcalde y una ciudad cada vez más boba.
 CIPOLLA, Carlo María. Las Leyes Fundamentales de la Estupidez Humana. Cuadernos de Economía; Vol 15, No 25 (Año 1996). Universidad Nacional de Colombia.