De nuevo los tiempos del café están cambiando. Sin explicación lógica, pues los inventarios y la sobreproducción con respecto al consumo están entre 4 y 8 millones de sacos, los precios han subido un 20% en el último mes lo cual vuelve a poner la balanza en punto de equilibrio y permite a los productores un respiro y la oportunidad de hacer colocaciones de un porcentaje de su cosecha a futuro que asegure un margen. Esta es una situación que se repite cada cierto tiempo sin aprender de las experiencias pasadas pues las ventas a futuro son de bajas cantidades. Los productores son reacios a hacer fijaciones futuras, pensando que ahora sí va a seguir subiendo, lo cual pocas veces ocurre; lo más común es que baje nuevamente y se dejan pasar las oportunidades.
Cuando los negocios cambian dejando alguna utilidad, bajando la presión del día a día del centavo, hay que pensar en la supervivencia cuando vuelvan los malos tiempos. Es un buen momento para que todos los que estamos en esta actividad, en los distintos eslabones de la cadena, desde la dirigencia institucional y desde la política pública del gobierno, para movernos en pro de generar los cambios que el sector demanda. El listado es largo y hay acciones que podemos hacer localmente y otras que requieren una intervención global.
Las locales dependen de nosotros, consumimos poco café percapita año, de mala calidad importado y de contrabando, lo cual requiere acciones dirigidas a defender al productor colombiano por lo menos tomando el café que produce. Es inconcebible que nuestro país importe café para consumo local, además de la peor calidad, con el que las marcas comerciales han manipulado nuestra percepción sensorial, a tal punto, que no es raro que a la mayoría de nuestros consumidores les guste el café muy amargo característico de robustas y arábigos altos en defectos los cuales son procesados con tostiones muy oscuras que les confieren sabores desagradables lejanos de los de un café de calidad. Nuestros compatriotas
no conocen el sabor de un café colombiano suave lavado que nos identifica en el mundo. Por otro lado las autoridades en varias oportunidades han resaltado el hecho de la entrada de café de contrabando para la industria local, lo cual pone en desventaja cualquier iniciativa comercial de emprendimiento de productores para comercializar su café.
Es mandatorio regular y controlar el tipo de materia prima que utiliza cada marca comercial, que en la etiqueta especifique que contiene, como requisito obligatorio, de tal manera que el consumidor decida si adquiere o no determinadas presentaciones. Por medio del Sena y su escuela nacional del café, los comités de cafeteros, se podrían hacer campañas educativas en colegios donde enseñen a los niños y jóvenes para que conozcan las diferentes calidades. Los niños son grandes influenciadores de las decisiones de compra de los padres, y sí saben apreciar un buen café y prepararlo generarán una tendencia hacia una calidad superior.
Necesitamos voluntad para comprar cafés de cooperativas o fincas en escuelas, colegios y universidades públicas y privadas acompañadas de eventos lúdicos educativos y talleres de catación y barismo que descubran a los jóvenes el maravilloso mundo del café que está en furor en el planeta. Consumo obligatorio en instituciones del Estado y campañas en empresas privadas para que se consuma café colombiano de calidad. El objetivo es que con el abastecimiento interno con materia prima local bajemos la oferta de café en dos millones de sacos.
Políticas de este tipo son inversiones de largo plazo, que aseguran la sostenibilidad de la que seguirá siendo la principal actividad del campo colombiano.
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