El café es el segundo commodity más transado en el planeta después del petróleo, el nuestro, es de los más suaves del mundo y los colombianos consumimos percapita1,4 kg año (puesto 44), frente a Finlandia primer consumidor con 9,5 kg año. Prácticamente la totalidad de nuestra producción se exporta como "Café de Colombia", otros subproductos (pasillas) ahora las exportamos como "Producto de Colombia" y después de esta barrida queda lo que tomamos aquí. Por medio de la trilla,  industrialmente se selecciona el grano por tamaño, forma y densidad, después de lo cual sale un café excelso exportable y otras calidades  llamadas pasillas, ripios y consumos donde quedan granos defectuosos: brocados, mordidos, partidos, tamaños inferiores, decolorados, negros y vinagres. También de las fincas salen  cafés  inferiores con defectos físicos, granos vanos, sobrefermentados o vinagres. Estos dos grupos de pasillas constituyen el grueso de nuestro consumo interno, sumado a importaciones de robustas y calidades inferiores de otros países para no mencionar el contrabando. Esta materia prima es el codiciado tesoro de las empresas tostadoras nacionales.

Estos subproductos, (para los cuales ni el estado ni la institución hacen control de calidad), llenos de defectos, son procesados a un grado altísimo de tostión (quemados, y como todo alimento quemado con potencial cancerígeno) para ocultar sus defectos y por eso vemos café comercial muy negro y amargo al paladar. Culturalmente nos acostumbraron a tomarlo así, y por lo mismo, agregamos azúcar, panela o leche para cortar el desagradable sabor. En temas de calidad, a nadie le interesa que sepamos de café, porque con un poco de conocimiento nadie volvería a tomar una de estas tazas. Cuando un comprador encuentra libras de 6-7 mil pesos en un supermercado, por ese precio no compra una libra de café verde en la cooperativa, calcule que calidad  viene allí si ya está tostado, molido, empacado y puesto en la góndola;  competir con esto no le da espacio comercial a los productores.

Nuestra institución ha liderado campañas para promover el consumo como "Toma Café" , una iniciativa valiosa para incrementarlo pero con la misma mala calidad de siempre, nada raro si consideramos que la patrocinaron los grandes tostadores locales. Hay un potencial gigantesco para incrementar el consumo interno, para que demandemos buen café de nuestros productores y nos lo paguen a precios sostenibles y estables independiente de la cotización internacional. Educar los expendedores y regularlos es otro punto indispensable, no deberíamos ver establecimientos donde recalientan y reciclan café todo el día en grecas sucias, quemadas y contaminadas o molinos de café tostado llenos de granos negros brillantes y grasosos producto de  sobretostión. Los controles deben regular toda la cadena, en los empaques de café comercial debería estar certificada por entidades de control el origen y la calidad de la materia prima.

La venta de café  en establecimientos es altamente rentable, de una libra de seis mil pesos salen 70 tazas que se venden mínimo a $1.000, el costo de esa materia prima es menos de 10% del precio de venta, se podría utilizar café excelso, así valga el doble y seguiría siendo muy buen negocio pero además abriría la posibilidad de vender mejor por calidad. Estamos cansados del discurso de la sostenibilidad, todos hablan de eso (y la certifican), pero a la hora de tener que pagar más por el café, hasta ahí llegan las buenas intenciones,  a los comercializadores y tostadores les interesa su rentabilidad con materia prima barata, pues si aquí se acaba la traerán de otra parte, por algo es la segunda bebida más consumida después del agua y el negocio del café no se va a acabar, más si aquí no tomamos el café más suave del mundo.