Todo el tiempo escuchamos hablar del cambio climático, de unos años para acá es evidente la alteración en la temperatura y las precipitaciones, no tenemos que ir muy lejos para ver zonas que fueron altamente productivas, están saliendo del café debido a que las altas temperaturas hacen difícil y costoso el manejo de plagas y enfermedades ante el escenario de precios de los últimos años. Las regiones bajas del Eje Cafetero, otrora grandes productoras, han ido desapareciendo para dar lugar a otros cultivos de climas más cálidos. A medida que la temperatura sube, los granos maduran más rápido, podría haber más producción, pero pierden atributos en taza y por otro lado la proliferación de enfermedades como la roya, broca y minador se vuelven enormes limitantes en costos afectando negativamente la productividad. La estacionalidad de temporadas secas y de lluvias ha cambiado y los periodos de floración y producción tradicionalmente muy marcados, se han alterado afectando las predicciones de cosechas y traviesas dificultando la planeación de actividades y logística de recolección. 
Diversos estudios pronostican que el aumento de la temperatura en los próximos 30 años podría estar entre 2 y 5 grados, lo cual a la vuelta de unas décadas sacaría del negocio zonas bajas, especialmente de robustas, que no tienen como mover sus cultivos hacia zonas más altas. Brasil podría perder el 25% de su producción de arábigas, y países centroamericanos verían afectado su PIB entre 1% y 5%; en Nicaragua podría salir el 80% del área productiva, obligándolos a cambiar de cultivo o migrar a robustas. El aumento de temperatura y las condiciones meteorológicas extremas reducirían las áreas productivas en un 50%, disminuyendo la calidad y aumentando los costos al ser demandantes en infraestructuras de riego, recurso también cada vez más escaso. 
Para nuestro caso y el de algunos países africanos de variedades arábigas, las alteraciones climáticas obligarían paulatinamente a subir el piso térmico, buscando explorar zonas que antes eran consideradas muy frías para el cultivo, pero aparecería el problema de encontrar cultivos adecuados para la sustitución de donde sale el café y faltaría evaluar si tierras más elevadas están disponibles y son adecuadas para producirlo. El cambio climático afecta los países ecuatoriales más vulnerables, y ayudaría paradójicamente a mejorar la producción agrícola de países estacionales principales generadores del calentamiento. 
Los retos que vienen son enormes, pensemos que cuando se habla de cambio climático todas las medidas son, en el mejor de los casos, para mitigarlo, no para repararlo, por lo tanto, habrá que implementar estrategias para que los productores estemos mejor preparados: monitoreo personalizado de los cambios en cada región, migración de la producción a zonas más altas (¿quién la paga?), reforestaciones y establecimiento de cultivos con sombrío para bajar temperatura y preservar humedad y desarrollo genético de variedades resistentes a sequías e intensas temperaturas. 
El cambio climático nos está generando un costo y nos generará más. Los gobiernos, instituciones, grandes corporaciones, ONG internacionales y gremios de productores debemos trabajar para mitigar los daños y apoyar a los caficultores en la implementación de soluciones. Se necesitará el concurso de muchos, el productor no puede sufrir el daño y pagar por él, necesitamos investigación, desarrollo de políticas públicas y apoyo económico, no créditos como propuso el representante del BID en el foro mundial en Medellín. Por otro lado, también puede ser una dificultad de la que surjan oportunidades. Los cafés de especialidad, de altura, bajo sombra, orgánicos, con alta calidad en taza, de grupos étnicos o asociaciones vienen ganando mercados y precio, será la oportunidad para innovar productiva y comercialmente con transparencia y transferencia ética del valor para nuestros productores.