Hace unos días me llegó al celular el siguiente meme: arriba, un título general que dice “métodos de control social a través de los años”; a la izquierda, bajo el subtítulo de “siglo XVI”, se ve a un hombre de espaldas a un crucifijo, mientras que a la derecha, en “Siglo XXI”, otro hombre le da la espalda a una cámara de seguridad. Ya sé que no tiene tanta gracia -cuando, precisamente, el objetivo de un meme es hacer reír-, pero lo traigo a colación porque me parece un fiel reflejo de estos tiempos de Gran Hermano donde todo lo que hacemos queda grabado y cualquier cosa, el más mínimo error, tiene la posibilidad de convertirse en viral.
La sociedad siempre ha dado lástima, es cierto, pero de un tiempo para acá, por cuenta de los celulares y las cámaras y las redes sociales, parece como si la estupidez colectiva se hubiera vuelto tan viral como esos videos. El arma de estos tiempos es nuestra cámara del celular, que usamos con la misma pericia para defendernos de los ataques o para exponer a quien va en contra de lo que pensamos.
Los ejemplos pululan: miren, si no, a la señora que abordó al hijo de expresidente Santos en un centro comercial y lo llenó de insultos porque el Nobel “le entregó el país a la guerrilla” (el lugar común más idiota que otro expresidente logró fijar como un tatuaje en la mente de tantos colombianos), mientras sostenía en su mano el teléfono y filmaba. Curiosa paradoja la de esa escena: uno, el ofendido, grabando para protegerse y exponerla, y otra, la atacante, filmando para subirlo a sus redes convencida, seguramente, de que la mejor lección que nos dejó Uribe es ser “frenteros” y no tener miedo. (¡Cuánto daño le sigue haciendo al país ese pobre huérfano del poder, ay!).
Efectos colaterales de la polarización política, también: creerse con el derecho a insultar públicamente a alguien, filmarlo y subirlo a las redes. Me pregunto cuál es la lógica detrás de todo eso, pero es obvio que quien filma e insulta se siente moralmente superior y está convencido de que es su deber exponer a quien no hace lo que él cree correcto. Lo vimos también, hace poco, durante el partido Colombia - Brasil, cuando otros ilustres “patriotas”, cámara en mano, insultaron a Daniel Coronell y Félix de Bedout a la salida del estadio, con los mismos lugares comunes que no vale la pena ni siquiera repetir aquí. Situaciones que tan solo muestran lo normalizado que está, por estos días, el matoneo abierto y frontal, que en lugar de resultar reprochable hace a tantos sentirse orgullosos.
Como sea, creo que la manera en que los afectados reaccionaron ante estos episodios es la más correcta: no responder, guardar silencio, dejarlos que insulten. Quizás los energúmenos ni siquiera se dan cuenta de que al filmar para quedar como héroes tan solo están dejando en evidencia, ante millones, su propia estupidez y pobreza mental. Así que filmen, qué más da.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015