Racismo, homofobia, clasismo, nacionalismos, exclusión y violencia, son algunos de los problemas complejos que enfrentamos hoy como sociedad ¿No fue eso lo que condujo al holocausto en la 2ª Guerra Mundial? Los alemanes permitieron que Hitler llegara al poder porque necesitaban recuperar el dominio que habían perdido al terminar la 1ª Guerra Mundial, y querían mostrarle al mundo su superioridad; para ello, era necesario exterminar a todos y todo lo que representaba un obstáculo para sus fines. La clase dirigente apoyó a Hitler porque pensó que su propuesta era el camino para recuperar su estatus en el mundo; así llegó al poder un hombre a quien la historia se ha encargado de juzgar. Seguramente nadie quisiera vivir una experiencia como ésta; sin embargo, nuestros vecinos venezolanos tienen como presidente una persona incompetente, que no piensa en el bienestar de su pueblo; los argentinos están a punto de reelegir a la señora Kirchner, que todavía rinde cuentas por la corrupción y malos manejos durante su gobierno; para citar algunos ejemplos.
A propósito de los dramas de la humanidad, Martin Luther King dijo ‘No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética; lo que más me preocupa es el silencio de los buenos’. Tal vez el silencio es una manifestación de la impotencia ante situaciones que desbordan nuestra capacidad, o la expectativa de encontrar a alguien con la fórmula mágica; sin embargo, ninguna de las dos conduce a soluciones, y al final el resultado puede ser el mismo, creer que no habrá más oportunidades y perder la esperanza.
¿Cómo recuperar la esperanza y creer que sí hay posibilidades? Considero que la tarea empieza por reconocer que nadie es tan incapaz ni tan capaz, y siempre hay algo que se puede hacer. Asumir la responsabilidad propia y entender que la sociedad se construye entre todos, los que llegan al poder con nuestro voto y los que, desde el ejercicio de una ciudadanía responsable, están dispuestos a poner su voz y sus acciones para contribuir a las soluciones. Esto implica dejar a un lado la expectativa del mundo perfecto que, no solo es una utopía, sino que pone estándares demasiado altos, dejando por fuera a la mayoría. Cuando pienso en un mejor sitio para vivir, no me imagino un mundo perfecto, donde no pasa nada y todos son sabios, lindos y exitosos; me refiero a un lugar donde haya posibilidades para todos, aun para los que no son capaces y no pueden ser tan eficientes y competitivos; son personas con los mismos derechos a ser reconocidos y valorados, nos recuerdan que el ser humano es mucho más que pensamiento y racionalidad, es limitación, dolor y sufrimiento; tienen la capacidad de tocar el corazón y despertar la solidaridad, que es la base de una comunidad.
Dejar a un lado esta necesidad de resultados y perfección es una invitación a reconocer el valor de la imperfección. Al respecto, la socióloga Brené Brown, dice que deberíamos cultivar más la autenticidad y descartar el perfeccionismo; dar más espacio a la autocompasión, la resiliencia, la gratitud, la intuición, la creatividad, la diversión y el descanso, la calma, el trabajo con sentido, la risa, el canto y la danza; dejando a un lado lo que piensen los demás, la indiferencia y la impotencia, la necesidad de certezas, la comparación, el agotamiento y la productividad como símbolo de estatus, la ansiedad, la duda sobre sí mismo, la formalidad y el control.
El afán de poder y la búsqueda de la perfección condujo a una de las mayores tragedias de la humanidad, ha llevado a muchas personas a situaciones de crisis y enfermedad irreversibles, puede ser una fuente importante de infelicidad propia y de terceros. Si seguimos haciendo lo mismo, como dijo Einstein, vamos a obtener más de lo mismo ¿Será el momento de reconocernos más humanos y vulnerables, conscientes del rostro del otro, para buscar en nuestros dirigentes, líderes, compañeros de trabajo y de vida, personas, no que tengan la respuesta y la fórmula perfecta, sino que estén dispuestos a escuchar y construir juntos una mejor sociedad?
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