China tiene registros de su civilización y su historia desde hace cinco mil años. Innovadores por naturaleza, han aportado al bienestar de la humanidad el papel y la imprenta, con lo cual se democratizó el conocimiento; el compás que revolucionó la navegación; la pólvora; el sismógrafo; la pasta alimenticia, que en forma de fideos Marco Polo llevó a Italia; la cometa para volar y pescar; y la ruta de la seda, que hace dos mil años globalizó la economía.
Cien años antes del descubrimiento de América, en una flota de doscientos barcos viajaban mar adentro veintisiete mil chinos, llevando su civilización a treinta países de Asia y África.
Quinientos años después, Gran Bretaña invade e impone el consumo del opio en todo el territorio chino, envenenando su población, y dando comienzo a la primera guerra por el negocio de estupefacientes. Años después, iniciado el siglo XX, Estados Unidos, Alemania, Francia, Rusia, Japón, Italia y Austria invaden el territorio chino, saqueando al pueblo y sus riquezas.
Tras un siglo de humillación, y sufridas las consecuencias de dos conflictos mundiales, una cruenta guerra contra Japón, otra contra Corea y la dura y larga guerra civil, “el pueblo chino se puso de pie” y fundó la República Popular China, hace ya setenta años.
A partir del primero de octubre de 1949, Mao Tse Tung y Zhou Enlai, consolidan la independencia y orientan la República; Deng Xiaoping ubica a China en el concierto mundial; y hoy, Xi Jinping la impulsa por la nueva ruta de la seda.
Fieles a su tradición, la nueva República se caracteriza por su flexibilidad y su pragmatismo; construyen la teoría a partir de los resultados y consideran que la práctica es la vía para acercarse a la verdad. Usan la centralización del mando como elemento unificador. En la política pública prima lo colectivo y miden la calidad de la democracia por los resultados y no por la forma de elegir a sus gobernantes.
Ochocientos millones de chinos salieron de la pobreza en los últimos cuarenta años; la esperanza de vida pasó de treinta y cinco a setenta y ocho años; de las seiscientas patentes reconocidas sobre inteligencia artificial, cuatrocientas setenta y tres son chinas; el nuevo aeropuerto de Beijin, diseñado para recibir cien millones de pasajeros cada año, opera con inteligencia artificial e identificación mediante reconocimiento facial; tres taikonautas (viajeros del espacio chinos) llegaron a la cara oculta de la luna, hito de la exploración humana del universo.
China con su historia y civilización volvió a ser el imperio que siempre ha sido, y con Colombia, un país rico con una economía pequeña, tiene una buena pero deficitaria relación. Es nuestro segundo socio comercial, con una balanza a su favor de siete mil millones de dólares.
Para servir la mesa de mil cuatrocientos millones de personas que viven en la economía más importante del mundo, se necesita que la oferta de comida se duplique en poco tiempo, y Colombia, en primerísimo lugar, según afirmación de las Naciones Unidas, es uno de los llamados a atender esta demanda. Desarrollar la agroindustria nacional e incrementar la exportación de alimentos procesados a China, permitiría equilibrar la balanza comercial y alcanzar un fuerte crecimiento de la economía nacional. Es la ruta a seguir.
Si los nuevos gobernadores y alcaldes promueven, estimulan y modernizan la economía campesina familiar, quince millones de colombianos que viven del campo alcanzarán su estado de bienestar.
PS: Bellos recuerdos y fuerte abrazo a los veintiséis compañeros y cómplices de esa espléndida aventura por la tierra china.
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