Este año que ha sido muy duro también nos ha dejado muchas enseñanzas. En ellas, hay las positivas y negativas, pues bien, demos una vista a algunas de estas últimas, para que podamos decir: ¡Nunca más!
El cierre de la presencialidad en la educación escolar fue un error muy grave. Muchos países lograron mantener la vida de los estudiantes especialmente de la educación básica. En Colombia el cierre de las actividades presenciales fue muy grande y casi completo en el sector oficial. Aquí nuevamente salimos en deuda con las nuevas generaciones y particularmente con los más pobres. Fecode se negó sistemáticamente, sin dar muchas soluciones y más bien mostrando las razones que desaconsejaban las actividades. La verdad es que algunos de los argumentos eran de peso, por ejemplo, escuelas sin servicio de agua, o con pésimos servicios sanitarios. Aquí no obstante los esfuerzos que como sociedad hemos realizado para mejorar la educación básica, nos falta muchísimo. Hay una brecha abismal entre los megacolegios de última generación en algunas ciudades capitales y la realidad que se vive en miles de sedes educativas a lo largo y ancho del país, aún en ciudades capitales. Realmente, perdimos como país casi un año completo. ¿Será que el año 2021 vamos a repetir esta metida de pata? El presidente ha hecho un gran esfuerzo presupuestal para colocar a la educación en el primer lugar de asignación de recursos, y esperamos que se pueda viabilizar muchas sedes para retomar las actividades presenciales especialmente en los grados iniciales.
Los crímenes que azotaron a los líderes sociales en los territorios muestran una fragilidad en la presencia territorial por parte del Estado. La constante fue que la falta de una estrategia integral y fortalecida de presencia del Estado en los territorios, permitió que los narcotraficantes y las disidencias del proceso de paz y los guerrilleros históricos se tomaran regiones que fueron desalojadas de la presencia de las Farc. Los escenarios a donde llegó el acuerdo paz, no llegó la paz estable y duradera como se decía. Ni tampoco la paz con legalidad que el Gobierno ha pregonado. Llegaron violentos a imponer su ley y a matar a líderes sociales. Esta situación no puede continuar. La priorización de los Programas de Desarrollo con enfoque Territorial pueden ser la llave para la presencia del Estado. Ahí debe haber una articulación muy grande con un componente de voluntad política para que cambiemos el curso de la historia en el país. Ya quedaron esos programas en el Plan Nacional de Desarrollo, lo que se requiere es una intervención sostenida y generosa de toda la institucionalidad. Y no como un esfuerzo marginal, sino como una política importante de Estado.
La violencia familiar en los hogares. Fue realmente triste el aumento de las denuncias por violencia contra la mujer durante el confinamiento. Aquí el machismo y la irracionalidad volvió a volar a sus anchas en los espacios familiares que se convirtieron en cámaras de tortura para muchas mujeres. Como sociedad no podemos soportar estas expresiones de violencia. Y ello nos debe movilizar para rechazarlas, pero más que eso, para hacer las transformaciones en nuestra educación y cultura para evitar que se sigan reproduciendo. La sostenibilidad con cohesión social básica en la familia, exige un trato humano para todos, especialmente para los más frágiles.
Las ayudas de reactivación económica no siempre tuvieron un sesgo pro-pobre como lo solicitaron economistas especializados en el gasto social. Algunas de ellas entraron a seguir fortaleciendo a los que más tenían herramientas y posibilidades propias para sobrevivir. Y otros muchos, pequeños microempresarios e informales se quedaron en el aire pues las ayudas estaban muchas diseñadas para el aparato formal. Las estadísticas mostraron que la pandemia en su segunda ola, la económica, golpeó más fuertemente a los informales, mujeres y jóvenes. Pues bien, allí era donde había que focalizar ayudas. Si bien fue maravillosa la rapidez de reacción del Gobierno con el ingreso solidario, que es una de las acciones más certeras para proteger a los pobres, no alcanzó a cubrir a la totalidad de los damnificados. En este sentido la reactivación tendrá que tener un sesgo más fino para llegar a los más necesitados, es un imperativo ético de equidad.
Educación básica funcionando plenamente, presencia de Estado en los territorios de paz, la defensa de la mujer, y gasto social y de reactivación con claro sesgo pro-pobre. Se convierten en unos de los retos para el 2021. No sigamos metiendo la pata. ¡Nunca más!
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