Aunque el mundo cambie, las confrontaciones políticas siguen conservando el tinte anacrónico del debate de opuestos. Como sociedad no hemos superado los extremos y cada vez resultan más lejanos los consensos sobre principios fundamentales. Es irónico que mientras todos los movimientos propugnan por el cumplimiento de los mismos objetivos en temas como empleo, seguridad o crecimiento; cada uno tome vías que parecen conducir por senderos contrarios. Esta radicalización no es exclusiva del convulso contexto colombiano.
Los términos de “derecha” e “izquierda” tienen su origen en la Revolución Francesa. En medio del caótico desenfreno de los ánimos revolucionarios contra una rancia monarquía que se había aislado de su pueblo, en 1789 se conformó la “Asamblea Nacional Constituyente” encargada de redactar la nueva constitución que regiría los destinos de la nación gala. Llegado el punto de la discusión sobre el derecho al veto real, los adeptos de Luis XVI se ubicaron a la “derecha” del presidente de la corporación. Por su parte los partidarios de suprimir tal prerrogativa se localizaron a la “izquierda” del salón. Desde entonces, se vienen usando estos vocablos para referirse a las posiciones antagónicas de modelos de gobierno.
La guerra fría radicalizó los extremos que se hicieron presentes en el contexto mundial. La URSS era la representante por excelencia de la izquierda ligada a las ideas socialistas imperantes con el triunfo de la Revolución Rusa, y los EE.UU. el portavoz indiscutible del capitalismo y libre mercado que defiende hasta hoy. Este hecho histórico amalgamó de forma indisoluble el término “izquierda” a las tesis comunistas provenientes del ala oriental del muro de Berlín. Hoy la cortina de hierro no existe en el plano físico, pero durante el mandato de Vladimir Putin al frente de Rusia, este límite geográfico se ha trasladado a otras latitudes en el contexto global.
En Europa los partidos de izquierda han venido ganando terreno. En el espacio Schengen siete países poseen una clara inclinación socialista como Dinamarca con Mette Frederiksen del partido SD, España con Pedro Sánchez de la coalición del PSOE y Podemos, Finlandia con Sanna Marin, Robert Abela en Malta, António Costa en Portugal, Andrej Babis en República Checa y Stefan Löfven en Suecia. Fuera de este espacio se suman Albania con Edi Rama, Macedonia con Zoran Zaev y Montenegro con Dusko Markovic, que aunque no se encuentran en la UE, si hacen parte del mismo contexto ideológico.
Muchos países de Asia parecen ser polisémicos. Mientras sus programas orientados a mercado los destacan por su decidida preponderancia en el orden económico y su apertura al capital extranjero, en realidad esconden naciones socialistas que son bastiones de la izquierda internacional. En este listado encontramos a China, India, Corea del Norte, Laos y Vietnam.
África es el continente donde menos han prosperado las ideas de izquierda. De sus 54 países, solo 5 son abiertamente socialistas (Congo, Sudán, Etiopía, Angola y Mozambique), muchos de los restantes 49 se han visto involucrados recientemente en conflictos étnicos y escándalos de corrupción que ha posibilitado solo 4 regímenes presidencialistas exitosos (Ghana, Burkina Faso, Senegal, Kenia).
Finalmente, América viene experimentando unas intensas jornadas de alteración social. Durante el último año varios países han elegido presidentes afines con ideales de una izquierda socialista que cambiará el equilibrio y las relaciones de poder existentes. Este giro se comenzó a gestar hace 15 años con gobiernos como Argentina con Cristina Fernández, Brasil con Lula da Silva, Ecuador con Rafael Correa, Venezuela con Hugo Chávez y Bolivia con Evo Morales. Hoy, tres lustros después, se destaca que la derecha latinoamericana no ha logrado conquistar el corazón de los votantes, lo que ha permitido que regrese el fantasma del socialismo en la región. Los partidos de izquierda han recuperado el poder en Argentina con Alberto Fernández, Bolivia con Luis Arce, México con López Obrador, Costa Rica con Carlos Alvarado del partido Acción Ciudadana, Nicaragua con Daniel Ortega y, desde luego, Venezuela con Nicolás Maduro.
Asistimos a un innegable giro a la izquierda en varias naciones de todo el orbe. Ante esta realidad, surge la necesidad de plantearse si el origen de estos movimientos se debe a un evento fortuito del destino, o si estos hacen parte de una jauría de lobos que están acorralando su presa como lo advirtiera el poeta sueco August Strindberg “Aúllan lobos en los fosos, / probaron la sangre sus fauces, / cumbres y bosque virgen añoran /mientras la aurora boreal arde. / Aúllan lobos en el monte, / hasta que de odio ronquean / La libertad que dan los hombres /es cautividad sin pareja”.
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