El primer capítulo de “Manizalados”, la novela escrita por el Flaco Jiménez, introduce al lector en una narración donde se presiente a un escritor de estilo depurado, que maneja el lenguaje con gracia porque nutre a veces la prosa de giros manejados con un buen sentido del humor. El nombre mismo del personaje narrador, Miguel de Cervantes Zuluaga, que cuenta su vida en primera persona, es ya un juego intertextual porque toma el nombra del autor de “El ingenioso hidalgo don Quijote de la mancha” para recrear con mirada alegre los hechos que le toca presenciar y, otras veces, protagonizar. Como el acto que da inicio a la novela: un atentado contra el general Camacho, sucedido en el Hotel Tequendama, donde él tuvo a su cargo, por orden de una célula guerrillera, poner una bomba.
En este capítulo de entrada se perfila ya el hilo argumental de esta novela escrita en un lenguaje sobrio, matizado de anécdotas sobre la vida manizaleña, que narra sucesos que en su momento conmovieron a la sociedad. Como la historia del padre Ocampo, párroco en los años de la fundación de la ciudad, que tuvo fama de santo y, sin embargo, tenía una amante que era a la vez su cómplice en la falsificación de moneda. Ella se llamaba Etelvina Quintero. Era la mujer de un sastre, a quien ayudó a matar una madrugada. Fue después de que él abre el portón porque alguien tocó. Al abrir, un reluciente cuchillo se estrella contra su corazón. En ese mismo momento Etelvina descarga sobre su cabeza, por la espalda, el mazo de pilar maíz que sacó de la cocina cuando escuchó el toque en la puerta.
En “Manizalados“ la narración se inicia en 1985, cuando Miguel de Cervantes Zuluaga llega a Bogotá. Mientras cuenta cómo puso la bomba en el Hotel Tequendama, este, que es el personaje central, va narrando su problema con el licor, su encierro en una clínica psiquiátrica y sus preocupaciones existenciales. Igualmente, cuenta dos tragedias que ese año estremecieron a Colombia: la erupción del Nevado del Ruiz y la toma de la Palacio de Justicia. Al mismo tiempo, narra cómo fue el incendio del 20 de marzo de 1926 que destruyó la primera catedral, la huelga en 1974 de los trabajadores de Tejidos Única donde muere el líder Bernardo Gaitán y el terremoto de 1969 que produjo la caída del Cristo “que estaba en la punta de la aguja de la Catedral”. Para narrar estos sucesos, el Flaco Jiménez recurre a la ficción.
Lo ficcional tiene en este libro un manejo que seduce al lector por el verismo con que el narrador lo cuenta. En el caso de la represión contra los trabajadores de Tejidos Única lo hace con un argumento convincente. Los obreros aprovechan la procesión de once del Viernes Santo para organizar una manifestación por la carrera 23. Camuflándose entre los feligreses, lanzan consignas en favor de la huelga. El coronel Camacho ordena perseguirlos, y comanda el acto represivo. Para hacerlo, se monta en el caballo que le quita a un carabinero. Con tan mala suerte que el animal, de un brinco, lo lanza al suelo después de que Bernardo Gaitán pone un cigarrillo encendido en su anca. Como el mismo había regado bolas de cristal en la calle, el caballo resbala y cae al suelo. El coronel queda con heridas en el rostro.
¿Quién es Miguel de Cervantes Zuluaga? El lector lo podría definir como un joven impulsivo que quiere conquistar el mundo con su talento literario. Pero es más que eso: un hombre dotado de inteligencia, excelente lector, que sabe contar la historia de su vida. Un estudiante apasionado por la literatura que sueña con ganarse el Premio Nobel.
“Manizalados” es una novela que se deja leer, escrita con gracia literaria y, desde luego, con un excelente manejo del lenguaje narrativo. Tiene frases bien construidas y, además, respeto por la sintaxis. El humor está bien dosificado, y el lector ríe con los chascarrillos que Fernando Jiménez pone cuando quiere explicar algo. La novela, como arte literario, es un baúl donde cabe de todo, dijo alguna vez Julio Cortázar. Y en “Manizalados” cabe todo lo que el narrador quiere contar: sus problemas con la droga, sus sueños revolucionarios, sus audacias juveniles, su pasión por los libros y su mirada crítica de los hechos que son historia. También sus fantasías sexuales con Cristina, la novia de Gaitán, con quien hace el amor en la fábrica de telas.
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