El acucioso investigador Fabio Vélez Correa rescató de la humedad, las polillas y el gorgojo unos documentos de la “colina iluminada”, el pueblo de sus entretelas afectivas, que, si no hubiera sido por su gestión, más temprano que tarde habrían terminado en la basura.
Los textos del incipiente municipio llamado San Joaquín, hoy Risaralda, Caldas, se refieren a la organización de las instituciones oficiales y cívicas, para atender las necesidades básicas de una población de colonos, a quienes les entregaban un lote urbano, medido por varas (80 centímetros) para construir una casa, con plazo perentorio de un año, so pena de perder el derecho, y unas cuantas cuadras de tierra para cultivar, y así animar la economía municipal, garantizar la supervivencias de las familias y generar impuestos para sostener la administración y atender asuntos vitales como la educación, la salud y la seguridad, entre otros.
Las decisiones de alcaldes, jueces, maestros, funcionarios operativos y concejales, todos empíricos, se inspiraban más en el sentido común que en bagajes académicos; y así estaban redactados los documentos, tal cual dicen las personas elementales lo que tienen que decir, sin ataduras formales. Un ejemplo es la renuncia del único policía del pueblo, que es una verdadera joya. Con tinta azul, en una hoja rayada, escribió:
“San Joaquín, 16 de septiembre de 1921. Ceñor Alcalde Municipal. En su oficina. Por nececida que tengo le ago, renuncia inrrebocable del destino que ase alguntiempo bengo de sempeñando como Agente de Policía Departamental en esta plaza. Suplico a Ud. mesea acsetada. Dioz guarde a Ud. Ignacio A. Rendón.” (Redacción y ortografía originales.)
Por el estilo hay diversos oficios entre los rescatados por Vélez Correa, publicados en el número 15 de la revista Impronta de la Academia Caldense de Historia, que hacen parte de la picaresca municipal, común a todos los pueblos en su gestación como comunidades organizadas, que traen a la memoria episodios como el nombramiento de un director de tránsito en Circasia, hace “mil años”, para que un buen señor completara el tiempo que le faltaba para jubilarse. Por la época del curioso nombramiento, por ese municipio no pasaba sino un bus-escalera de la Flota Santa Cruz, por la mañana, con regreso después de mediodía, para cubrir la ruta Armenia-Pereira, entrando a Circasia y Filandia. Y en el pueblo solo había unos pocos carros que viajaban hacia Armenia cada que completaban el cupo, que no llegaban a 10. Particulares había apenas dos o tres jeep Willys. El flamante director de Tránsito todo lo que hacía era hacer parar a cualquier vehículo que pasara por la plaza y decirle al chofer: “Mérmele”. Y así se quedó el buen señor, hasta el fin de sus días: “Mérmele”.
*El libro “Las trochas de la memoria” puede adquirirse en la librería Ágora (Palermo) teléfono 8876533 o solicitarlo al 3108391277.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015