Varios temas importantes, violencia, eutanasia, corrupción, justicia, salud, educación, que competen a toda la sociedad, rondan diariamente en el país. Se repiten en esencia apareciendo nuevos enfoques que confirman o distraen del meollo. La información o la desinformación suceden a cada instante con las consiguientes e indeseables manipulaciones, según el interés institucional o personal.
La universidad es una temática que compromete a todos los ciudadanos, directa o indirectamente. Cada vez será mayor su relación con los jóvenes, a diferencia de antes que era selectiva. Pocos, considerando la población general, se interesaban por cuanto tenían limitaciones de ingreso a la educación superior.
Afortunadamente la situación ha variado radicalmente. Las propuestas de educación a este nivel ya se encuentran hasta en varias provincias de distintos departamentos, facilitando la preparación de miles de personas cerca a su lugar de residencia o labor. Las ofertas se han enriquecido con la presencia de entidades tecnológicas.
En la universidad colombiana, y de muchos países, hay asuntos que impactan en su vida institucional y que llegan hasta quienes son los integrantes de las sociedades de quienes son responsables las entidades formativas.
Las universidades no son institutos ni empresas exclusivamente de investigación ni de extensión. Estas actividades son complementos para el logro de las metas con sus estudiantes y profesores, siempre en función de toda la sociedad.
Una premisa incontrovertible indica que nunca es suficiente el estado financiero de la universidad colombiana, como tampoco lo es en salud, independientemente de que ella se sitúe en el sector privado o en el estatal. Los argumentos a favor son múltiples y los hechos evidentes corroboran la tesis.
Las universidades del sistema estatal, fundamentalmente dependientes de los dineros que vía presupuesto nacional, departamental o distrital, solicitan reiteradamente mayores flujos de recursos, a través de sus rectores y de sus consejos superiores.
Ello está bien y se hace necesaria una mayor contribución financiera para cumplir con la misión y mantener o mejorar la calidad de sus acciones y ampliar su cobertura. Pero igualmente las universidades necesitan, es urgente, una revisión de sus modelos de administración, comenzando por los dineros que invierten en los recursos humanos profesionales y técnicos de docentes y personal administrativo.
Se impone un análisis de las plantas de personal evitando el paralelismo que duplica servicios y facilita que se eludan compromisos de quienes tienen la obligación contractual docente, administrativa, investigativa o de extensión en la universidad que los alberga.
Pretender financiar las universidades del Estado mediante el programa gubernamental de Ser Pilo Paga es iluso. ¿Cuánto vale la inversión de una universidad estatal para formar a un estudiante? No ha sido calculado en su verdadera dimensión, porque no es la simple división del valor del presupuesto entre el número, ni total ni estratificado bajo diferentes opciones, de estudiantes.
Lo que hay que preguntarse es: ¿Por qué los estudiantes prefieren las universidades privadas? Las respuestas son disímiles y deben ser dolorosas para quienes dirigen las universidades estatales. El cuestionamiento que deben contestar es: ¿Cómo lograr un mayor ingreso de estudiantes por este y otros programas garantizando su excelencia académica?
Lo importante no es el dinero, lo trascendental es lograr la concurrencia de los aspirantes y luego universitarios, con mayor vocación y capacidades. Ello no puede interpretarse como una modalidad elitista académica.
La universidad estatal es para todos, sin distinción, y debe ser seria en su administración. Además, las matrículas no deben servir de base de financiación institucional. Las entidades tienen caminos para remplazar con creces, si lo quieren, estos ingresos. Otro contexto son los postgrados. Para ellos, por ahora, deben existir otros tratamientos financieros acompasados a los mecanismos meritorios de ingreso.
La universidad estatal no debe prohijar postgrados solo con fines financieros para la institución o los docentes.
Finalmente, hay que plantear, por ahora, la encrucijada de la financiación de la investigación en la universidad, en donde hay verdades y falacias. Es un círculo vicioso: Sin inversión no hay investigación y sin esta no hay financiación. La solución no es mendigar unos pesos, lo fundamental son los proyectos de trascendencia, multisectoriales y cooperativos.
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