Desde el instante en el cual el ser humano pensante reflexiona sobre su actualidad, su pasado y su incipiente futuro, se ha desarrollado un mecanismo adaptativo que cada vez se hace más evidente y con más fundamentos científicos, ya no es solamente la impresión sobre el mañana, de su ser, su familia y la sociedad entera.
Del pasado conocido o no, ya no tiene dominio salvo que pueda interpretar los hechos acaecidos con o sin su concurso. Ello es historia cercana o lejana, importante o intrascendente para él.
El presente, desde el inmediato pasado hasta el muy cercano futuro, la vivencia suya o de quienes lo rodean en el orbe, le ocupará una importante parte de su tiempo disponible, 99%, ya sea consciente o no.
Al término de la semana anterior fue publicado un importante artículo en The Lancet, relacionado con el futuro de la humanidad y la salud, basado a su vez en otra importante publicación cuyo contenido se refiere a los prospectos de este año sobre la población mundial.
Comienza por dos afirmaciones sentidas y lógicas. La primera se refiere a la incertidumbre del futuro, a lo que se debe agregar que cada vez es más gravosa. La segunda aunque escondida en el trajín cotidiano define que el tiempo construye el ridículo de los profetas, tan de moda en la actualidad.
La publicación de las Naciones Unidas se conoció el 8 de julio pasado comprendiendo un análisis de 237 países desde 1950 a la fecha e integra 1.758 censos nacionales con 2.850 encuestas.
Para final del presente año, la población mundial será de 8.000 millones de seres humanos; en los siguientes 30 años llegará a 9.700 millones y en el 2080 existirán 10.400 millones de habitantes. Cifras no pensadas hace 200 años. El año entrante la India será el país más poblado del planeta. Sin embargo la natalidad global ha descendido a menos del 1%.
Pero las cifras absolutas no pueden distraer del análisis de desigualdades existentes entre las personas, como lo menciona el artículo.
Cifra insensible para cada miembro de la población pero real cuando se trata de sociedades amplias, es la menor esperanza de vida, 7 años por debajo del promedio universal, en países menos desarrollados como varios latinoamericanos, entre ellos Colombia, pero para algunos filósofos de la política el mal de muchos es una igualdad satisfactoria.
La vejez como un logro demográfico es un buen indicador y se espera, según el artículo que en los próximos 28 años la proporción de viejos en el orbe aumente un 16%. Aquí en Colombia hay que preguntar: ¿Cómo se está preparando el Estado para cumplir con los mandatos constitucionales? ¿Si ahora no lo hace integralmente, lo podrá hacer en el año 2030? Allí a la vuelta de la esquina.
Hay que pensar que se ha llegado a una cobertura sanitaria de los colombianos nunca antes observada. Pero, ¿Cuál es la realidad de ella? No puede confundirse una credencial con la realidad de la atención y la calidad de ella. Allí está la entraña del problema, de lo cual pueden dar fe los millones de ciudadanos dejados a su desesperanza.
En Latinoamérica hay necesidad de emprender acciones para lograr comunidades con nuevas inversiones útiles en el sector sanitario, libres de corrupción.
El documento referido insiste en la necesidad de promover y lograr políticas y servicios con énfasis en derechos reproductivos y sexuales, lo que implica fortalecer los derechos sanitarios de toda la sociedad, que incluyen aquellos de las niñas y mujeres.
Los derechos a la salud son constitucionales e irrenunciables.
Nota: El respeto al derecho ajeno es la paz. Benito Juárez, fallecido hace 150 años
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