Las relaciones adecuadas entre los seres humanos son fundamentales para lograr una convivencia que les permita obtener el respeto hacia sus personas. Indudablemente las ideas y obras de cada persona, en donde los demás se vean comprometidos, deben estar sometidas al escrutinio libre como una estrategia para lograr la vida pacífica en comunidad.
Quien conciba y exprese sus pensamientos en el camino de hacerlos realidad con alcance a su familia, o a otros congéneres, debe estar consciente que pueden ser objeto del libre examen y no por ello es una agresión. Más aún, la falta de franqueza podría conducir en un momento dado a una relación difícil entre humanos. Cada profesión u oficio y cualquiera que las ejerza con lealtad, haciendo el bien a los demás, tiene normas, explícitas e implícitas, que debe cumplir.
De ellas hay unas rígidas e inquebrantables que son determinadas por las leyes de cada país y los ciudadanos saben perfectamente su alcance. Una de éstas normas cobija las relaciones entre los titulares del ejercicio y quienes acuden buscando su ayuda bajo diferentes formas, exclusivas de cada actividad reconocida por la ley.
Los médicos tienen el deber desde los postulados de Hipócrates, siglo V a.C., de guardar el secreto profesional derivado de la relación entre médico y paciente, lo cual ha sido refrendado por las diferentes declaraciones, códigos y leyes. En Colombia ha sido refrendado por la Ley 30 de 1981 con excepciones regladas, como es el caso del maltrato a menores de edad.
Los abogados tienen el deber de respetar la confidencialidad de las relaciones con su defendido, y aunque éste le haya confirmado su violación a la ley, está en la obligación de conservar la reserva. Si no está de acuerdo, puede renunciar a su representación, pero deberá continuar el secreto de lo conocido en su relación con quien tuvo sus servicios.
Enfermería, odontología, psicología, bacteriología y todas las demás actividades del área de la salud, tienen el deber de guardar los secretos a ellos confiados.
Pero en el panorama de las demás profesiones u oficios, hay un punto en el cual la confidencialidad es fundamental, incluyendo la industria; los procesos de investigación hasta entregar oficialmente los resultados; los funcionarios de la rama judicial y Cortes hasta haber promulgados los fallos; los ingenieros y arquitectos hasta hacer la difusión de sus proyectos; y así cualquier actividad requiere un mínimo de reserva en un momento determinado, establecido como un derecho y un deber de respeto.
La semana anterior en L´Espresso, Roma, en la columna Settimo Cielo, Sandro Magister, un experimentado periodista en asuntos del Vaticano, publicó un artículo sobre el secreto del Sacramento de la Confesión, en la Iglesia Católica. Lo tituló: Ataque global contra el secreto de confesión: O cárcel o excomunión. Quienes son católicos, conocen muy bien que el tema no es fácil por cuanto los sacerdotes se enfrentan a dos vertientes: Sus mandatos canónicos y a la ley vigente en cada país o territorio.
El documento relata la situación en que se encuentran quienes ejercen el sacerdocio y reciben en confesión a sus fieles como una manera de cumplir con lo mandado por la Iglesia. Guardar el secreto de la confesión ha llevado hasta la muerte y otras penas a muchos de los que defienden la inviolabilidad de uno de los siete sacramentos.
El problema no es solo religioso, es también del Estado por cuanto al no tener la protección de lo que se conoce en confesión, otorgada por las leyes y el Derecho Canónico, se convierte el sacerdote mediante acción de las autoridades en un informante de eventos que podrían ser tributarios del conocimiento y sanción de la justicia como asesinatos, abusos y otros quebrantos a la ley.
El tema es profundo, con infinidad de aristas en territorios en donde existe la presencia de la Iglesia Católica, así el país haya sido declarado laico, pero existe la libertad de culto y ello implica que se conceda a los fieles y a los ministros de la Iglesia la protección necesaria para practicar libremente su religión.
Nota: Manizales en arbola con vehemencia el estandarte de ciudad universitaria.
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